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Amor Ruibal pasa del griego a interesarse por la lingüística indoeuropea en general; y del hebreo a interesarse por las lenguas orientales en general. Desde la escolástica y con ese impresionante trasfondo de conocimiento filológico, practica un desmontaje completo de la escolástica y de la filosofía moderna en el sentido de que en ese desmontaje empieza ya a resonar lo que en medios husserlianos era el retorno a Grecia y a la tradición desde la problemática suscitada por Husserl. A mí se me impone cada vez más un paralelismo entre esta figura y la figura de Franz Brentano. Ahora bien, entre Brentano y Amor Ruibal hay una diferencia de treinta y un años, toda una generación. Antonio Domínguez Rey es un lingüista, un filósofo y un poeta. Es un lingüista que ha entrado perfectamente bien en Humboldt y desde Humboldt interpreta las dos tradiciones de teoría lingüística dominantes en el siglo XX: el estructuralismo proveniente de Seaussure y la lingüística generativa de Chomsky. Lee a Humboldt desde las corrientes de teoría lingüística contemporánea y a éstas desde Humboldt, y, al hacerlo, muestra cómo éstas vienen de Humboldt y de todo lo que representa Humboldt; y cómo su lugar propiamente dicho, su lugar de verdad, está allí donde humboldtianamente se unen lingüística, filosofía y arte. Esto convierte el libro de Domínguez Rey en un libro de una deslumbrante originalidad, en el triple sentido de tener siempre presentes los orígenes de la lingüística, de tener siempre reflexivamente presentes el lugar al que ésta pertenece y lo que ésta debe ser, y en el sentido de que es difícil encontrar en el panorama de la investigación lingüística actual en España libros de este conocimiento histórico y de este calado conceptual.
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