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El nombre de extrema izquierda, izquierda radical o
izquierda revolucionaria agrupa a una serie de
organizaciones y partidos que surgen a mediados de
los años sesenta del pasado siglo en oposición a la
rígida hegemonía que sobre el movimiento comunista
internacional ejercía el PCUS. Identificadas como New
Left, estas formaciones se distinguen por fijar en el
marxismo—leninismo las fuentes revolucionarias de su
ideología, su mitificación de la clase obrera y las
realidades lejanas, su estructura organizativa
marcadamente jerarquizada y centralizada, y su
acusada beligerancia hacia la ortodoxia soviética. Las
condiciones de represión, clandestinidad y aislamiento
propias de las dictaduras que padecen, agudizan las
similitudes de las izquierdas revolucionarias de
Portugal y España, sobre las que también se deja
sentir la impronta de sus procesos específicos. En su
evolución también se observan numerosos
paralelismos: una pérdida generalizada de
protagonismo a medida que avanza el proceso de
transición hacia la democracia parlamentaria, cuya
instauración acarreará la crisis y rápido declive de la
mayor parte de sus formaciones partidarias. No
obstante, en la década de los noventa, una vez
descartada la opción de la lucha armada y sorteado el
peligro de la sectarización, algunas organizaciones de
la antigua izquierda radical peninsular experimentan
unos cambios tan profundos que llegan a dibujar dos
perfiles alternativos de otra nueva izquierda: en uno
los revolucionarios se convierten en alternativos, en el
otro los radicales se transforman en parlamentarios
con éxito.
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