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Los seres humanos somos organismos intencionales, orientados hacia metas, perfilados hacia el futuro, poseemos ilusiones, expectativas, esperanzas, temores o amenazas que orientan nuestras acciones, dan significado e influyen la vida, para que seamos, hasta cierto punto, arquitectos del propio desarrollo.
Las metas, su mantenimiento y cambio en diferentes situaciones, son un medio de adaptación fundamental a las diferentes circunstancias y contextos que nos toca vivir. Esa estructura de metas va ajustándose, para aprovechar las oportunidades que están a nuestro alcance o mitigar el impacto de los obstáculos y adversidades.
El envejecimiento, como proceso generalmente asociado a una mayor probabilidad de experimentar pérdidas, de recorte en las expectativas de futuro, parece un contexto en el que el mantenimiento de ciertas metas puede considerarse amenazado y la amenaza que supone envejecer, se puede acentuar cuando hacerse mayor se ve acompañado de problemas crónicos de salud. La enfermedad en la vejez plantea un escenario especialmente adverso que desafía la imagen que tenemos de nosotros mismos y a lo que pensamos que podemos aspirar en el futuro, que puede dar una medida de hasta qué punto las personas mayores mantienen su capacidad plástica y son capaces (o no) de ajustarse a esos escenarios desfavorables para mantener, en cualquier caso, unos niveles óptimos de bienestar.
La aplicación de estos principios en un contexto geográfico en el que apenas se han generado estudios empíricos sobre estos temas, como son los mayores en Latinoamérica y, en concreto, en la ciudad colombiana de Medellín, abre nuevas rutas de investigación en el campo gerontológico y de la salud.
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