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Entre los siglos XVI y XX se han sucedido en el área nordadriática, hoy situada en el límite entre Italia y Eslovenia, periodos de construcción y de obstáculos en las fronteras. Desde finales del siglo XIX, las reivindicaciones territoriales, sólo en ocasiones adormecidas, de las comunidades nacionales que comparten el territorio la han convertido en objeto de contencioso. Y por ello la han configura-do como lugar de fractura antes que de fuerza, donde se negociaban las identidades, pero más que para asegurar su pluralidad, para recobrar la "línea pura" de la nación. Y es, en efecto, en el siglo XX cuando se registra la mayor movilidad de los límites en esta región fronteriza, habitada desde la Edad Media por poblaciones del tronco románico y eslavo, e incluso germánico. Este artículo analiza la contribución de la "historiografia de frontera" a la práctica de negociación de las fronteras, subrayando cómo la reescritura de la historia se convierte, desde media-dos del siglo XIX, en un pasaje obligado y central en la creación de una memoria colectiva para testimoniar la común pertenencia nacional. Reforzar la continuidad de la presencia de la propia estirpe sobre el mismo territorio desde la antigüedad a la época contemporánea sirvió para reivindicar no sólo el vínculo primitivo y natural de la comunidad con el suelo, sino también para demostrar la alteridad histórica y la "infiltración" de los otros. La producción historiográfica, tanto en la versión eslovena como en la italiana, continúa construyendo desde hace más de un siglo narraciones más o menos lineales y yuxtapuestas, pero sorprendentemente impermeables y propensas a introducir la historia del otro como una cuña externa, quizá necesaria para completar la propia exposición de los hechos, pero rara vez como interlocutor útil para revisar las propias categorías interpretativas y para verificar las estructuras argumentativas que se han fosilizado, convirtiéndose en verdaderos "topoi" historiográficos. Para una hi
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