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La restauración en edificios de índole religiosa en la Valencia de posguerra partía de la defensa que desde décadas anteriores habían realizado algunos de los historiadores más relevantes, verdaderos creadores de opinión en el ámbito artístico que, junto con algunos arquitectos fomentaron el clima necesario, surgido en las primeras décadas del siglo XX, de exhumación del pasado medieval. La arquitectura gótica renace, en este momento, bajo una óptica historiográfica de recuperación de las formas antiguas, principalmente de los siglos XIII y XIV, y de la crítica contumaz a los aditamentos clásicos y barrocos que vistieron dichas arquitecturas en siglos posteriores. La intervención o repristinación (de vuelta a los orígenes), según la terminología del momento, cedía ante las trazas de la arquitectura gótica mediterránea, mediante la eliminación de todo postizo, ornamental o estructural, posterior. Tras el periodo de guerra, y la destrucción consiguiente de algunos de estos edificios, se planteó decididamente la reconversión de los que amenazaban ruina; tal era el caso de la iglesia de San Agustín de Valencia, restaurada, a partir del año 1945, según proyecto del arquitecto municipal Javier Goerlich Lleó, por iniciativa del párroco Antonio Justo. Las profundas remodelaciones sufridas en otros templos, entre los que se encuentran la catedral de Valencia, algún tiempo después, Santa Catalina mártir o el palacio Arzobispal obliga, necesariamente, en este periodo, al estudio y valoración de dichas intervenciones. (A)
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