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El exilio español producido tras la derrota republicana ha sido abordado desde distintas
perspectivas. Son de sobra conocidas las aportaciones que los intelectuales exiliados hicieron a
los países de acogida, en especial México. La contribución, en derecho, de Altamira, Ots Capdequí,
Recaséns, Ruiz Funes, Roces, Sánchez Román, Xirau...; en otras disciplinas, Gaos, Nicol, Bosch
Gimpera, Sánchez Vázquez, Comas o Genovés, entre otros, es incuestionable. Ellos colaboraron a
consolidar -a veces, a promover desde sus inicios- diversas materias científicas y humanísticas. Su
presencia perdura no sólo entre sus discípulos, sino entre los alumnos de éstos y, más todavía, a
través de su obra que aún continúa estudiándose. Para España, ese exilio supuso una pérdida, que
hoy se reconoce, si bien, el conocimiento preciso del coste que semejante emigración produjo
todavía requiere de mayores investigaciones.
La partida de numerosos profesores universitarios dejó vacantes que debieron ser cubiertas y la
reconstrucción de la universidad española, durante el franquismo, se hizo gracias a la
articulación, no siempre armónica, de diversos grupos miembros o cercanos al régimen.
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