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Si todo es ideológico, ¿es posible un discurso que nos permita juzgar y salir de la misma ideología?. Esta pregunta de Mannheim, en su obra Ideología y utopía (1929), plantea el tema central que queremos abordar: la relación entre totalitarismo e ideología. "La ideología no es la ingenua aceptación de lo visible, sino su inteligente destitución", señala Hannah Arendt, poniendo de manifiesto la raíz totalitaria de cualquier ideología. Los totalitarismos del siglo XX han podido prender tan fácilmente en la conciencia de los hombres y los pueblos por su pretensión de conocimiento (dimensión científica de la idea) y de salvación (dimensión religiosa del ídolo) como respuestas a las exigencias del hombre. La violencia externa, mediante el terror y el miedo, así como una complicidad sutil del hombre frente a la seducción de los totalitarismos han impedido cualquier intento de respuesta positiva a la paradoja de Mannheim.
Berdiaev (1874-1948) ha vivido en sí mismo todo el proceso ideológico y totalitario del comunismo y las sociedades liberales, descubriendo qué es lo que permite juzgar y salir de la ideología: la experiencia de libertad. Seducido en su juventud por el marxismo como fuerza de cambio en la sociedad rusa, pronto se desencantará al ver que no es capaz de responder a los interrogantes vitales y existenciales del hombre. Será el idealismo alemán quien le lleve a recuperar el valor del sujeto en el proceso del conocimiento: sus lecturas juveniles de la Crítica de la razón pura de Kant y la Filosofía del espíritu de Hegel, no fueron en vano. Ahora bien, quiere llegar a ese núcleo profundo y personal, no abstracto ni absoluto, sino a su propia interioridad como lo hicieron Agustín de Hipona, Pascal, Jaspers o Kierkegaard. Ese ámbito donde se encuentran lo transcendente y lo inmanente, lo personal y lo comunitario, el amante y el amado, lo divino y lo humano, lo pequeño y lo grande, el autor y su obra, el místico y el asceta, el objeto y el sujeto. Solamente podemos hablar de estas cosas por medio de la experiencia, donde reconocemos el Espíritu, mi espíritu, que me hace ser y libre.
Los dos términos que continuamente aparecen en la obra de Berdiaev a la hora de caracterizar al hombre y su espíritu son microcosmos y microtheos. El hombre es un microcosmos en cuanto que todas las cosas son dadas para que despierte su autoconciencia y conozca. Con ello, responde al problema filosófico de la objetivación, raíz cognoscitiva de la ideología. El conocimiento no es una repetición o espejo del objeto conocido sino un acto creativo de la libertad que se deja afectar por las cosas y las transforma en razón de un ideal. Lo que responde a la ideología es un juicio crítico a partir de la propia experiencia.
La segunda dimensión o eje transversal del espíritu en el hombre es ser microtheos: está hecho de tal forma que es irreductible a cualquier poder, renace de sus cenizas, es capaz de cuestionar los fundamentos de cualquier estado totalitario o ideología. Hay algo dentro del hombre que le permite «vivir en la verdad y no en la mentira» (Havel), un misterio que lo llama a ser él mismo y a reconocerse igual y semejante a cualquier hombre. Misterio vital y existencial que le moverán a Berdiaev a elaborar una metafísica de la libertad. La primera conversión de Berdiaev en su juventud es a la filosofía como "búsqueda de la verdad que confiere ya un sentido a la vida". Su posterior conversión al cristianismo, dentro de la iglesia ortodoxa, como respuesta al problema humano del sufrimiento, mostrarán que no hay contradicción entre la verdad del hombre y la verdad de Dios.
Estos dos ejes, el hombre como microcosmos y como microtheos, encuentran su punto de intersección el el "yo", en el sujeto, provocando todo un torrente de creatividad. La libertad como creatividad es la propuesta de Berdiaev a las ideologías. La historia y la cultura son los dos ámbitos donde es posible verificar toda esta potencialidad.
La emigración forzosa a Berlín y París de más de veinte intelectuales a comienzo de los años veinte, resultará providencial para que este pensamiento filosófico religioso ruso sea conocido y entre en diálogo con las corrientes filosóficas del momento. Oriente y occidente se reencuentran.
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