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En la historia de la representación de las guerras y en la historia
de la propaganda iconográfica, la guerra civil española
constituyó un hito, pero sobre todo un origen. En ella cristalizó
una forma de circulación de imágenes que hemos denominado
migratoria, en la cual el proceso de intensificación emotiva, de
conmoción percutiva sobre la conciencia de los espectadores, se
combinaba de manera compleja con la edificación de símbolos.
Muchos de ellos permanecerán en el imaginario de Occidente
como representaciones generalizadas Cla adopción de la terminología
eisensteiniana no es casual) de algunos tópicos de la inhumanidad,
como más tarde lo serían las imágenes de los campos
de exterminio nazis o, más adelante, algunas de la guerra del
Vietnam, antes de la saturación definitiva del consumo del horror
por nuestros medios de comunicación actuales.
Lo significativo es que esto se logró con independencia de la
veracidad de las mismas (recuérdense las polémicas en torno a la
foto del miliciano tomada por Robert Capa en Cerro Muriano).
Ubicadas en una zona rugosa entre el documento bruto (de ahí
su carácter de epifanía) y la fijación del símbolo, son muchas de
éstas imágenes para y de la memoria. Con independencia de su
referente concreto, podría decirse de ellas lo que reza aquel adagio
italiano: .. se non e vero e ben trovato».
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