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El montaje nos habla, en primer lugar, de una amalgama: afirmando la heterogeneidad de los componentes significantes, insistiendo en su diversa procedencia y su carácter incompleto, pone el acento en la doble operación del análisis y la construcción sin omitir la heterogeneidad. Por otra parte, ocupa con todo rigor el lugar de un sujeto, pero convirtiéndolo en un efecto de sujeto, en la medida en que aparece como dispositivo técnico en el vacío dejado por una figura antropomórfica. El montaje aparece, así, como el único sujeto de la enunciación del texto moderno y expreso abiertamente en su superficie; por otra parte, el montaje da buena cuenta de toqos estos ingredientes múltiples de la obra que no encuentran la forma de borrarse, de homogeneizarse y, por mucho que lo intenten, siempre dejan visible a la lectura la amalgama de la que nacieron. El montaje aparece, desde un punto de vista teórico, como la huella de una doble deficiencia y es ésta la que le ofrece un poder especialmente intenso a su localización histórica.
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