|
El discurso del turismo forma parte de los llamados lenguajes de especialidad, caracterizados por ser el producto de la actividad comunicativa de una comunidad discursiva concreta, en este caso la del turismo. Igual que estableció Pickett (1989) al definir el discurso empresarial, podríamos decir que el lenguaje del turismo es un ergolecto o lenguaje de trabajo, y se caracteriza por tener unas funciones comunicativas y unos conceptos propios, todo lo cual le confiere una identidad estructural y léxico-semántica que lo diferencia de otros lenguajes de especialidad, como puedan ser el económico, el jurídico, el político, etc. Estas funciones comunicativas y conceptos se expresan a través de estructuras verbales recurrentes y a través de un léxico o vocabulario específico. Sin embargo, esto sería una descripción general de lo que constituye el discurso del turismo y haría falta bajar un nivel de especifidad para conseguir una descripción más adecuada de cada género del abanico de posibilidades textuales que conforman el discurso del turismo. Como dice Swales (1990), cada comunidad discursiva establece unos géneros escritos u orales a través de los cuales sus miembros se comunican, siendo imprescindible que, además, los identifiquen y reconozcan, con objeto de poder reproducirlos. Así, la comunidad discursiva del turismo tiene unos géneros propios, cada uno con un objetivo comunicativo y unas funciones concretas que pueden presentar cierta variación según los distintos patrones culturales a los que respondan. Esta variable de las funciones comunicativas es importante a la hora de traducir cada uno de estos géneros. Sin embargo, también es muy importante para una buena traducción tener en cuenta los rasgos metadiscursivos de cada lengua origen, con objeto de intentar reproducirlos y recrear textos que sean fieles al patrón cultural y lingüístico original, con objeto de que sean reconocibles como tales y puedan cumplir su función comunicativa. Si no, lo que se consigue es un texto correctamente traducido en cuanto a su gramática y sus funciones comunicativas, pero deficiente en la traducción de rasgos metadiscursivos propios de la lengua origen. No tener en cuenta estos rasgos metadiscursivos puede concluir en que el texto meta esté reproduciendo el metadiscurso del texto origen, que muy probablemente será diferente al de la lengua origen del texto meta. El resultado será una traducción que no estará reproduciendo ciertos rasgos a los cuales su tenor, es decir, sus lectores, estén acostumbrados en un género determinado, y, por tanto, el objeto comunicativo, la persuasión en el género que nos ocupa, puede quedar mermada o deteriorada, ya que el lector no se sentirá cómodo con el texto. Finalmente, la respuesta del lector -comprador potencial de productos o servicios turísticos– puede no ser la deseada debido a estos “errores” de traducción, que se pueden ver como el reflejo del servicio o producto que se les está intentando vender, o así lo creemos los lingüistas. Por tanto, los factores interculturales que aparecen en el metadiscurso de las distintas lenguas son un elemento a tener en cuenta en las traducciones especializadas, en las cuales, como en el caso del turismo, el objetivo comunicativo es la persuasión, para la obtención de la cual la relación entre texto y lector debería reproducir las características metadiscursivas a las que los lectores están habituados y reconocen como genéricas.
|