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Montolío Torán, David
Arciniega García, Luis (dir.) Departament de Història de l'Art |
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Aquest document és un/a tesi, creat/da en: 2013 | |
La inversión estética adoptada en la diócesis de Segorbe-Albarracín desde los tiempos de los obispos
de la familia Borja, Bartolomé Martí, Gilabert Martí y Jofré de Borja, con la renovación de las dos catedrales de la
diócesis, supuso un primer impulso de renovación y cambio hacia unos tiempos modernos en todos los ámbitos
culturales y artísticos en los territorios episcopales y, sobre todo, en la renovación y generación de templos,
retablos, mobiliario, objetos litúrgicos y obras de arte, adscritas al romanismo, generadas para los nuevos espacios.
No obstante, con la clausura del concilio de Trento, el 4 de diciembre de 1563, la inauguración de una nueva época
en el sentir dogmático y espiritual de la iglesia, la reafirmación desde el apoyo de la oficialidad del estado y el
entusiasmo de la monarquía por los nuevos postulados conciliares en los territorios de la diócesis de Sego...
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La inversión estética adoptada en la diócesis de Segorbe-Albarracín desde los tiempos de los obispos
de la familia Borja, Bartolomé Martí, Gilabert Martí y Jofré de Borja, con la renovación de las dos catedrales de la
diócesis, supuso un primer impulso de renovación y cambio hacia unos tiempos modernos en todos los ámbitos
culturales y artísticos en los territorios episcopales y, sobre todo, en la renovación y generación de templos,
retablos, mobiliario, objetos litúrgicos y obras de arte, adscritas al romanismo, generadas para los nuevos espacios.
No obstante, con la clausura del concilio de Trento, el 4 de diciembre de 1563, la inauguración de una nueva época
en el sentir dogmático y espiritual de la iglesia, la reafirmación desde el apoyo de la oficialidad del estado y el
entusiasmo de la monarquía por los nuevos postulados conciliares en los territorios de la diócesis de Segorbe,
dicha transformación no acabaría imponiéndose hasta prácticamente los inicios de la siguiente centuria, tanto a
nivel litúrgico, sacramental y doctrinal como artístico, dadas las singulares circunstancias del obispado segorbino
en el último cuarto del siglo XVI, plenamente inmerso primero en el proceso de desmembración de Albarracín y,
más tarde, en la problemática y expulsión de la población morisca, amplia mayoría demográfica en amplias zonas
del obispado, circunstancia que dejó gravemente tocada la economía de todas sus tierras durante muchas
décadas.
Desde el comienzo del estudio, en el apartado primero, se aborda el verdadero estado de la cuestión sobre la
catedral de Segorbe y su realidad diocesana, planteando la heterogeneidad y dispersión de sus referencias
bibliográficas y fuentes documentales, así como las aportaciones de numerosos escritores o investigadores que
han ido incorporando sus conocimientos a la ingente labor de reconstrucción histórica. Un edificio, una diócesis,
inmersa en un particular contexto histórico de crisis, tiempo del espíritu, con el apreciable y determinante factor
morisco, que tanto marcó la verdadera idiosincrasia de este territorio eclesiástico.
Una sede histórica repleta de unas complejidades particulares que se han establecido a lo largo del apartado
segundo, con Segorbe como sede episcopal, con la exposición de sus orígenes, la problemática de sus límites o el
propio funcionamiento interno de la catedral y el cabildo.
La historia constructiva de la catedral de Segorbe, relatada desde el apartado tercero, ha ido ligada,
inexorablemente, a la evolución episcopal y del cabildo que la produjo, cuyo estudio permite vislumbrar la evolución
de los procesos edificativos y espirituales, con sus intermitentes fases de actividad, interrupciones y reactivaciones,
que perfilan las fisonomías de cada nuevo inicio o ciclo de nuevas obras. Importante en las presentes páginas ha
sido este proceso constructivo de la catedral desde sus principios bajomedievales hasta las realizaciones
clasicistas de los siglos XVI y XVII, con la introducción de un lenguaje nuevo incorporado sabiamente a las obras
preexistentes e intentando, en todo momento, poner nombre a los artífices presentes en las obras, la secuenciación
de sus trabajos y sus particulares maneras y técnicas.
La creación artística y la generación de imágenes en los nuevos templos, las primeras grandes construcciones
coetáneas a la catedral, devinieron en un dorado periodo con la irrupción de los Obispos Borja, con la realización
de proyectos del calado de la renovación del presbiterio de la catedral o la presencia del taller del pintor Vicente
Macip en el entorno segorbino.
Y la huella del concilio de Trento en el arte, en el cuarto apartado, con el preludio de los primeros obispos de la
contrarreforma, Juan de Muñatones, Francisco de Soto Salazar, Francisco Sancho Allepuz, Gil Ruiz de Liori, Martín
de Salvatierra, Juan Bautista Pérez. Y la trascendental aportación de los prelados segobricenses del entorno de Juan de Ribera, Feliciano de Figueroa, Pedro Ginés de Casanova o Juan Bautista Pellicer.
En el apartado quinto se plasma la parte más compleja de toda la obra, con las manifestaciones artísticas en
tiempos de los obispos riberistas, sin duda alguna la época dorada del arte de la diócesis de Segorbe. Con la
arquitectura como vértice inexcusable, se han querido establecer los antecedentes a la irrupción del romanismo, el
camino de Aragón como ruta cultural y los principales encargos artísticos de tiempos de Figueroa y Ginés de
Casanova, el convento de monjas agustinas de San Martín de Segorbe, la capilla de la comunión de la catedral y la
construcción del emblemático santuario de la Cueva Santa.
Un hermoso marco para el tratamiento de las otras artes, como la pintura en su contexto, con la impronta de la obra
de tiempos del renacimiento, abanderada por la obra de los Macip, y las grandes aportaciones más allá de Trento,
con la escuela de Ribalta, presente en las puertas del retablo mayor de Andilla, en las pinturas del convento de San
Martín o el programa artístico de la capilla de la comunión de la catedral.
También la escultura y la retablística poseyeron un destacado papel, algo difuminado en la actualidad por la gran
destrucción de obras en tiempos pasados. En ella se repasa la línea directriz que lleva desde la ejecución del
retablo mayor de la catedral de Albarracín, con la existencia de notables piezas importadas, hasta los trabajos del
retablo mayor de la parroquia de Andilla y, entre otras obras secundarias, la irrupción del gran Juan Miguel Orliens
en el retablo mayor de la cartuja de Valldecrist, el Calvario de Jérica y la serie de bustos relicarios de la catedral.
Las artes decorativas y suntuarias tienen su máxima expresión en la orfebrería, con la presencia de maestros de la
entidad de Martín Jerónimo o Eloy Camañes y la conservación de piezas de la altura del Cristo de plata del altar
mayor de la catedral, el tríptico de la Pasión, entre otras muchas piezas, algunas desaparecidas y otras donadas
por los propios duques de Segorbe. También los textiles y bordados constituyen un apartado brillante de esta
pequeña historia.
Y por fin, un necesario itinerario por la sede catedralicia postridentina a través de la visita pastoral del obispo
Gavaldá, definiendo sus espacios históricos y litúrgicos a través de la planimetría histórica del arquitecto Vicente
Gascó y la pervivencia de sus elementos patrimoniales. Un apartado al que sucede el apéndice documental, fruto
del insistente planteamiento previo de realizar una historia de la sede catedralicia partiendo de la estricta realidad
de las fuentes y de los testimonios conservados.
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