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Uno puede preguntarse si el pensamiento de Emmanuel Mounier es actual o tiene capacidad de influir en el mundo contemporáneo. Sólo basta con echar un vistazo rápido a nuestra realidad actual y aquella que vivió nuestro autor para observar, sobre todo después de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, las guerras en Irak y Afganistán, las distintas y variadas guerras menores a lo largo del mundo, tras el colapso las bolsas de valores y los mercados en 2008 y 2009, que el mundo nunca había estado tan cerca de una crisis de civilización como aquella crisis de económica del '29 que engendró a la Segunda Guerra Mundial y que parece poner en peligro la propia supervivencia de la cultura occidental y la del ser humano, a pesar de los signos de recuperación lento y largo.
Por eso nos parece que la obra de Mounier, por su profunda carga humana, innovadora y abierta a las filosofías contemporáneas, puede ofrecer a la sociedad y al hombre de hoy en día una dirección fructífera de pensamiento y acción. Aunque algunos aspectos del personalismo de los años Treinta puede parecer obsoleta hoy en día, la inspiración personalista no sólo resiste sino que de hecho se vivifica porque no es una ideología, sino que es una exigencia que se eleva desde el interior de la persona. El pensamiento de Emmanuel Mounier es una manera exigente para responder a la crisis de la cultura actual, dando un sentido a la vida y existencia humana, despertando la responsabilidad de cada uno para cumplir con su deber frente a los llamamientos de la que nos hace la realidad, desde la situación histórica en que vive cada uno. Dicho con la palabra de nuestro autor " El acontecimiento es nuestro maestro interior".
Los escritos de Mounier constituyen una lección todavía de educación a la vida y los valores para la humanidad como la de nuestra época, siempre más lacerada por los conflictos y por una crisis axiológica y antropológica que está afectando al mundo entero y en particular a las jóvenes generaciones que a menudo permanecen huérfanos de ideales y privados de padres y maestros. Por eso el pensamiento y obra del filósofo de Grenoble es necesario que sea aún estudiado y asimilado por el compromiso que lo caracteriza en querer reafirmar el primado de la persona y en el querer llevar a los hombres al descubrimiento de sus capacidades de conocimiento de lo verdadero y de sus anhelos hacia el sentido último y definitivo de la existencia.
En este trabajo de investigación he pretendido esbozar las claves antropológicas que fundamentan y orientan las relaciones interpersonales y de reciprocidad que como consecuencia natural en la visión mounieriana de la persona se realiza en plenitud en la comunidad personalista que propone como una utopía por realizar y vivir. Para ello nos marcamos varios objetivos
a- Indagar en el concepto de persona, en su aguda profundización de las dimensiones constitutivas del ser personal, así como en los principios orientadores de su pensamiento antropológico. El pensamiento del filósofo de Grenoble está impregnado de un ansia y preocupación por el hombre, con la idea de que la relación entre las personas es una categoría constitutiva del ser humano y de que la relación con el otro ocupa un espacio decisivo en el hombre.
b- El siguiente objetivo era centrarnos en la reflexión de las relaciones de alteridad y de reciprocidad, su naturaleza, en las que el espesor ético constituye el núcleo de tales relaciones interpersonales: el encuentro del yo con el tú, entre dos existencias caracterizadas cada una con su devenir, encuentro envuelto a veces en la duda, porque la presencia personal es garantía del misterio.
c- Todo esto nos lleva al último de los objetivos de la tesis que es ver dónde la persona, dónde esa reciprocidad de las existencias, y el misterio del encuentro de las existencias personales, despliegan toda su capacidad y se realizan en plenitud y profundidad. Es aquí donde Mounier nos hace la propuesta de la comunidad, de pequeños grupos para la reconstrucción de una civilización más humana, respondiendo así a los modelos individualistas cerrados que proponen los existencialistas; y, por otro lado, respondiendo también a las construcciones macro sociológicas donde el individuo se pierde en la masa y se convierte en un agregado, un número o una pieza más del engranaje de la máquina, de un todo abstracto.
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