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De la llamada «tercera guerra» entre Francisco I y Carlos V quedaban, tal vez, pocas cosas que señalar después del excelente libro de Rassow y después de las documentadas monografías a que han dado lugar los acontecimientos de ese segmento de la biografía imperial que discurre entre Túnez y Aigues-Mortes. Algunas consideraciones me han resuelto, sin embargo, a volver sobre el tema, si quiera sea en la forma limitada que exige una lección inaugural. En efecto, familiarizado durante los últimos años con la correspondencia cruzada entre Carlos y la Emperatriz Isabel en tanto esta última desempeñaba el gobierno de los reinos españoles, he tenido acceso a unas fuentes que Rassow no tuvo ocasión de manejar y que arrojan una luz particularmente esclarecedora sobre el papel desempeñado por Castilla y, en general, por los reinos españoles en el planteamiento estratégico y financiero de aquella contienda. Por otra parte, pienso que tal vez conviniese subrayar, reduciéndola a sus líneas esenciales, la profunda lección diplomática que encierra una fase de la política mundial del Emperador que nuestros manuales suelen despachar en muy pocas líneas.
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