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El reciente libro 'Chavs. The Demonization of the Working Class' del joven Owen Jones (tenía 27 años cuando lo escribió), publicado por la editorial Verso en 2011 y, en España, por Capitán Swing Libros, y reeditado al año siguiente con un nuevo prefacio, despertó en mí un estado de enfado, euforia y sobreexcitación que me duró días y que, por su prolongada intensidad, casi podría ser diagnosticado como un episodio de manía. Al unísono, me sentía enfadado por lo que el autor describía; eufórico, precisamente porque lo hacía; sobre-excitado, por la necesidad, casi angustiosa, de hacerle justicia. Fundamentalmente, su lectura me permitió articular de forma clara toda una serie de impresiones e intuiciones previas sobre la izquierda española, para las cuales no había logrado la expresión adecuada. Antes de describir lo fundamental de mi reflexión, incidiré en que no soy el único que lo considera un libro importante. Su portada lo presenta como el"libro político del año"; el pasado enero, Joaquín Estefanía se hizo eco de él en El País y el New York Times lo situó en la lista de los diez mejores libros de no ficción de 2011. La obra analiza las causas y las peripecias de un solo término uno muy pequeño en verdad, apenas una migaja de palabra: chav. De éste podría decirse que, con su componente monosilábico, se esfuerza por recordarnos la diminuta realidad que originariamente denotó; como sucede con el vocablo castellano chaval, proviene de chavi, que en el idioma romaní significa niño pequeño. Habiendo abandonado este sentido, sin embargo, la palabra chav se hace pasar hoy por un concepto sociológico, aunque el lector pronto descubre que en realidad se trata de una construcción ideológica. Esto quiere decir que informa menos de la sociedad inglesa que de sus políticos.
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