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La enfermedad mental, al menos en su versión manicomial, ha estado históricamente asociada a la pobreza y la marginación. La película de Amelio sugiere una línea de lectura que relaciona la alienación económica y política con la enajenación mental. El ambiente que nos muestra Lamerica rezuma, en su totalidad,
ese hedor alienante que se desprende del enorme manicomio en que se ha convertido Albania. En las postrimerías del segundo milenio, igual que hace cinco siglos, la
nave de los locos ha regresado con fuerza a la imaginería social; ahora no emerge
de los pinceles del Bosco ni de los versos de Brant, sino del fresco catódico
de la vida diaria que son los noticiarios televisados. La Stultifera navis de antaño se ha llenado de nuevos tripulantes: balseros cubanos en pos del Dorado
americano, pateristas africanos intentando penetrar en la fortaleza europea, reos
ingleses a bordo de naves carcelarias o parias albaneses que habiendo pretendido
enriquecerse rápidamente se han dado de bruces con una miseria tan súbita
como irremediable. Pobres, presos, locos ... ¡qué más da! A los excluidos, sea
cual sea la causa de su exclusión, en su tránsito extraño hacia ninguna parte parece
no quedarles ya más patria que las heladas aguas del mar y del olvido.
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