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Una revisión minuciosa de los datos clínicos exige ponderar su valor conceptual desde una perspectiva transhistórica, en interacción dialéctica con los paradigmas científicos del momento y su contexto sociocultural, con el fin de limitar los riesgos evidentes de deslizar deformaciones anacrónicas. El estudio de los recursos asistenciales empleados en cada época y la evaluación de sus resultados terapéuticos constituyen, quizás, la mejor prevención contra el presentismo, un defecto bien frecuente entre los prejuicios con que los historiadores suelen abordar la historia de la ciencia. Así que, a falta del dietario clínico de nuestro ilustre paciente que llevaba el médico y poeta Justinus Kerner durante su internamiento, hemos de seguir especulando con los materiales disponibles. Pero las diversas fuentes que se manejan, incluso las que dan testimonio de su excepcional reinserción en la comunidad, lejos de agotarse, vienen constituyendo una auténtica historia clínica interdisciplinar continuamente actualizada, en una permanente controversia que desde la historia de la psiquiatría compone un fecundo palimpsesto que nunca se termina de rellenar. No cabe duda que el caso Hölderlin constituye un ejemplo singular de la sinergia, feliz o desgraciada, que se puede producir cuando coinciden el delirio y la genialidad.
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