|
La violencia contra las mujeres en las relaciones de pareja es un fenómeno que ha existido desde siempre, siendo su proceso de visibilización social relativamente reciente (Gracia, 2002). Actualmente es una problemática que se sitúa en la primera página de la agenda de los organismos nacionales e internacionales y de las Administraciones públicas de multitud de países (Fariña, Arce y Buela-Casal, 2009; Ferrer, 2010; Winstok y Eisikovits, 2011), siendo considerado un problema de derechos humanos y salud pública (Matud, Bermúdez, y Padilla, 2009). Tal y como muestran diferentes estudios, este tipo de violencia continúa teniendo una considerable prevalencia a nivel mundial (Instituto de la Mujer, 2014; Sanmartín, Iborra, García y Martínez, 2010). La investigación social ha tratado de establecer modelos explicativos multicausales que abarquen la complejidad de esta problemática, como es el caso del modelo ecológico (Bronfenbrenner, 1977; Dutton, 1998; Heise, 1994). Entre los factores incluidos en estos modelos, situaríamos la desigual distribución del poder entre hombres y mujeres (Expósito y Moya, 2005; Heise y García Moreno, 2003), las actitudes favorables hacia la violencia doméstica como uno de los factores de riesgo socioculturales (Gracia y Herrero, 2006; UNICEF, 2007), el sexismo ambivalente como medio para la justificación y mantenimiento de estas desigualdades (Moya, 2004) o los estereotipos o roles rígidos de género. Más allá del análisis e intervención en los casos ya existentes, en este trabajo se centra el interés en la formación como una herramienta clave para la prevención de la aparición de este tipo de violencia. En este sentido, la ley integral 1/2004 de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género aborda la necesidad de dicha formación en todas las etapas educativas así como en los profesionales implicados en el proceso prevención, detección e intervención ante este tipo de situaciones de violencia contra la mujer en las relaciones de pareja. En esta línea de interés, la prevención a nivel primario incluiría las acciones dirigidas a reducir la probabilidad de la aparición de violencia antes de que llegue a manifestarse, eliminando los posibles factores de riesgo. Actualmente numerosos investigadores y las administraciones públicas insisten en la necesidad de invertir en programas de prevención primaria en las escuelas en las etapas de la infancia y la adolescencia con objeto de enseñarles habilidades relacionales saludables como parte fundamental de su desarrollo (Wolfe, Crooks y Hughes, 2011). Bajo esta perspectiva, en este trabajo se ha desarrollado e implementado el programa formativo Contigo es posible para la prevención de este tipo de violencia en un conjunto de futuras profesionales de la educación y la intervención social. Utilizando un diseño cuasiexperimental variante pre-post con grupo cuasi-control, se han analizado los efectos de la implementación del programa en las variables mencionadas anteriormente. Los resultados indican un impacto del programa en el sexismo benévolo y las actitudes facilitadoras de violencia contra las mujeres en las relaciones de pareja, con un papel mediador de la deseablidad social. Por tanto, es necesario continuar trabajando en el análisis de la presencia de actitudes que pudieran ser precursoras de la aparición, mantenimiento o aceptación de este tipo de situaciones.
|