En los últimos años los estudios literarios españoles han visto renovar su interés sobre dos objetos de reflexión diferentes, pero complementarios en más de un aspecto. Por una parte, los discursos de los exiliados de la guerra civil y el franquismo y el modo en que las obras escritas y publicadas en el exilio construyeron representaciones y sentidos sobre el conflicto político y sobre la experiencia misma del exiliado, en la que la derrota política se anudaba a una vivencia problemática del destierro y de la integración a un espacio social nuevo. Por otra parte, el problema de los textos testimoniales, su complejo estatuto en tanto discursos no ficcionales y sus estrategias conflictivas de representación de la experiencia vivida. Si bien los estudios latinoamericanos situaron ya hace cuatro décadas a las textualidades testimoniales en el centro de su reflexión, lo cierto es que en el caso español los testimonios no han recibido hasta hace poco tiempo más que una atención secundaria y muchas veces despectiva por parte de la crítica y los estudios literarios.