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El aparato digestivo, merced a sus funciones
básicas -motora, secretora y absortiva-, es el lugar donde se absorben
los nutrientes de la dieta y a través del que se eliminan los productos
no asimilables aportados por la ingesta. Asimismo, juega un papel
importante más allá de sus límites anatómicos, gracias a su función
endocrina. Los productos de la secreción exocrina del
páncreas y del hígado, jugo pancreático y bilis respectivamente, son
imprescindibles para una adecuada función absortiva. El tracto biliopancreático
es un sistema tubular, cuya única función vital es la de
servir de elemento de drenaje al intestino, de las secreciones hepática
y pancreática. Su actividad motora, como se verá, reside principalmente
en la vesícula y en el esfínter de Oddi. Esta actividad, aunque es primordial para conseguir una correcta regulación del vaciamiento, no
es imprescindible para la vida, como puede comprobarse en los pacientes
a quienes se ha realizado una colecistectomía y/o una esfinterotomía.
Sin embargo, un funcionamiento anormal de estas dos estructuras es
capaz de generar situaciones patológicas, en ocasiones graves.
La prevalencia de la patología biliar benigna es
muy alta en todos los países del mundo occidental, y el nuestro no
escapa a esta situación general. De esta alta prevalencia se deriva un
coste social y un sufrimiento individual considerables, así como unas
tasas de mortalidad en absoluto despreciables.
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