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La figura de Gil de Albornoz descuella entre los grandes prelados del período aviñonés. En Castilla había alcanzado el más alto rango como canciller del reino y arzobispo de Toledo, pero su traslado a la corte pontificia de Aviñón le brindaría la oportunidad de convertirse en legado pontificio en Italia conla mirada puesta en el regreso del papa a Roma. Su faceta de mecenas artístico, sin embargo, acaso no haya sido debidamente valorada hasta la tesis que le dedicó Almudena Cros Gutiérrez, a pesar de que promovió obras de envergadura y pudo actuar como puentes entre ambientes culturales diversos en un período de cambios artísticos acelerados: desde la Castilla de Alfonso XI y Pedro I al Aviñón papal y desde allí a la Italia dividida entre ciudades-estado, señorías y reinos como el de los Anjou. El viaje de vuelta de sus restos mortales hasta la sepultura definitiva en la catedral de Toledo no fue menos significativo, ya que también estuvo acompañado de parientes, deudos y comitiva que regresaron a Castilla y otros reinos hispánicos con la experiencia italiaña y aviñonesa a cuestas en el momento en que se instauraba la nueva dinastía Trastámara. El objeto de este trabajo consiste en trazar un panorama del mecenazgo del cardenal Albornoz, destacando sus mayores empresas artísticas, y en sugerir algunas vías para profundizar en él a partir de la documentación conservada, por lo demás abundante, dejando aparte, por razones de espacio, el estudio de su biblioteca.
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