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Romera Pintor, Irene | |
Aquest document és un/a capítol, creat/da en: 2012 | |
Comoquiera que la preocupación del profesor Dell’Aira era la de acercar la comedia de Lope al público siciliano de finales del siglo XX, su traducción bajo este prisma adquiere todo su sentido. En este contexto queda justificado el uso deliberado de la lengua directa, coloquial e incluso vulgar, así como del afrosículo. La elección de un lenguaje actualizado y simplificado le proporciona la certeza de deleitar al público moderno siciliano al combinar la espontaneidad y sencillez de la oralidad con la recuperación de las raíces más hondas de su lengua y de su cultura por medio de su “sicilianización”. Hemos ofrecido un barrido lingüístico elegido en diagonal a lo largo de los tres actos, seleccionando los ejemplos más representativos para nuestra exposición. Ahora bien, los mismos ejemplos nos han permitido ilustrar la voluntad modernizadora y sicilianizante de Dell’Aira, que ha logrado ...
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Comoquiera que la preocupación del profesor Dell’Aira era la de acercar la comedia de Lope al público siciliano de finales del siglo XX, su traducción bajo este prisma adquiere todo su sentido. En este contexto queda justificado el uso deliberado de la lengua directa, coloquial e incluso vulgar, así como del afrosículo. La elección de un lenguaje actualizado y simplificado le proporciona la certeza de deleitar al público moderno siciliano al combinar la espontaneidad y sencillez de la oralidad con la recuperación de las raíces más hondas de su lengua y de su cultura por medio de su “sicilianización”. Hemos ofrecido un barrido lingüístico elegido en diagonal a lo largo de los tres actos, seleccionando los ejemplos más representativos para nuestra exposición. Ahora bien, los mismos ejemplos nos han permitido ilustrar la voluntad modernizadora y sicilianizante de Dell’Aira, que ha logrado renovar y transformar el texto de la comedia hasta convertirlo en una obra actual, al gusto del público moderno. Ciertamente ha conseguido su propósito de «enfatizzare il frasario quotidiano, elastico, colloquiale». Poco importa que con ello los personajes de Lope hayan sufrido una transformación radical. Ni que la refulgente riqueza expresiva del original se haya simplificado para poder ser absorbida por el público de hoy. Tampoco tiene importancia que se haya trocado la cosmovisión de la comedia áurea por la de nuestra época. Es más, todas estas mutaciones tienen su razón de ser en los mismos principios traductológicos que han guiado al profesor Dell’Aira. En cambio, importa – y mucho – que haya rescatado esta comedia de Lope, injustamente olvidada, para hacerla “revivir” casi cuatro siglos después, y que lo haya hecho en el cuarto centenario de la muerte de San Benito con objeto de acercar la figura del santo a las nuevas generaciones a través de un lenguaje directo, sencillo y coloquial. Y es que toda traducción origina una nueva realidad y ofrece visiones paralelas del mundo que la lengua «excreta», como diría Steiner, que también habla del «rapto» que lleva a cabo el traductor para apoderarse de un texto que «invade, extrae y trae a casa los despojos. Hay agresión y en cierta medida destrucción ». El término me parece convenir perfectamente a esta traducción. En efecto, Dell’Aira mediante unas elecciones muy conscientes transporta a menudo con violencia – que es la connotación que va incluida en la palabra «rapto » – el texto de Lope a sus lectores, unas veces rechazando y suprimiendo términos y matices lingüístico-culturales, otras veces al contrario abultando su traducción con añadidos y ampliaciones no siempre implícitos en el original pero que explicitan o aclaran el texto. El hecho es que el traductor las juzgó indispensables para llegar mejor a su lector, que – no lo olvidemos – era un italiano de la Sicilia de finales del siglo XX. Como sucede con cualquier actividad humana, no deja de ser cierto y aplicable también a la traducción el viejo adagio de la ley romana «do ut des», aquello que Umberto Eco actualiza llamándolo con acierto la «negociación» que todo traductor tiene que trabar con la obra a la que se enfrenta. Umberto Eco y antes que él muchos otros afirmaban que toda traducción es interpretación, lo que él llama la «negociación». Aquí la negociación se ha producido tanto en la cosmovisión como en el lenguaje: se ha pasado de la cultura en la que nació el texto, el Siglo de Oro español, en todo el apogeo de su irradiación y dominio, a la decadencia finisecular del siglo XX y a la degradación en todos los ámbitos, culturales, religiosos y lingüísticos, trasvase que si bien conlleva la pérdida de memoria, no deja de presentar y recuperar algunos iconos y símbolos que de otra manera habrían quedado relegados en el olvido. Dell’Aira logró «revivir» esta vieja comedia de Lope, como ya anunció, con su lengua coloquial, en ocasiones vulgar, con profusión de refranes populares conocidos, pero que conecta perfectamente con el público de hoy en día, el vulgo, al igual que Lope en su día. ¡Mas qué diferencia de vulgo! La reducción perfecta del espíritu de la comedia, separada por siglos de paulatina dejación cultural y espiritual, determina la elección de un lenguaje cuya simplificación y crudeza coloquial son fruto de una voluntad consciente de adaptación al gusto moderno y a las menguadas capacidades lingüísticas y culturales del público al que se enfrenta un traductor teatral de nuestros días. En este contexto convergen Joseph de Maistre y George Steiner, dos hombres de personalidades tan dispares y separados en el tiempo por más de siglo y medio de distancia, pero también dos de las mentes más brillantes que jamás hayan reflexionado sobre el lenguaje. Ambos proclaman que toda traducción es una Pentecostés en la que los hombres entienden en su propia lengua, distintas lenguas. Por distintos caminos Lope y Dell’Aira llegan a colmar las expectativas de su público. Y por lo mismo la versión italiana se convierte en efecto en una Pentecostés.
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