|
La experiencia del daño tiene, a primera vista, dos polos: el polo de quien causa el daño (el verdugo) y el polo de quien lo sufre (la víctima). Existe, no obstante, una tercera perspectiva: la de quien no causa daño ni lo sufre, pero la del verdugo hiriendo a la víctima. El verdugo puede hacer sentir su voz, insistir en su representación de los hechos. En cambio, la víctima permanece indefensa y la verdad de su daño queda soterrada bajo la palabra del verdugo. Quien tiene noticia acaba aceptando el discurso legitimador del verdugo, acaba convencido de qLie el daño causado estaba justificado por un bien ulterior. En este escrito, examino el papel de la vergüenza, la culpa y el resentimiento en la recuperación de la voz de la víctima. Esta recuperación no consistirá simplemente en reconstruir lo que dice la víctima, sino en reivindicar su autoridad epistémica. Esta reivindicación de la autoridad de la víctima involucra, en cada caso, la descripción de los mecanismos mediante los que el verdugo (y quien se ve como mero espectador) distorsiona la verdad que algunas víctimas sienten la imperiosa necesidad de revelar.
|