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Este libro analiza los distintos usos de la fotografía en el periodo clásico de la Antropología en el que se constituyó la autoridad etnográfica. Usos que no solo refieren al trabajo de campo de los etnógrafos, sino también a la posterior circulación de las imágenes fotográficas en publicaciones, museos y archivos. Centrado en el arranque de la tradición africanista francesa (M. Griaule, M. Leiris…), el autor no olvida en su análisis comparativo a los pioneros del medio académico anglo-sajón (B. Malinowski, F. Boas, M. Mead y G. Bateson).
De la misma forma que las pretensiones científicas de la etnografía tuvieron que afirmarse frente a otros discursos sobre la alteridad cultural, la fotografía tuvo que desmarcarse de su uso netamente exotista. Exotismo, por cierto, bien arraigado debido tanto a la extensión de la fotografía como práctica popular, cuanto a la posibilidad técnica de reproducir ad infinitum las imágenes fotográficas en libros y publicaciones periódicas. Con un apoyo documental verdaderamente minucioso que no merma una lectura fluida y amena, el lector observará cómo en el periodo clásico de la disciplina antropológica la fotografía estuvo, de un modo u otro, en el corazón de un trabajo de campo concebido según el ideal de un etnógrafo que todo lo veía sin ser visto.
Hasan G. López Sanz ha escrito un libro de historia de la Antropología, de crítica de la misma en su edad de oro etnográfica, a la vez que una contribución a la historia de la práctica fotográfica en uno de sus aspectos fundamentales: la puesta en relación de los otros con nosotros. Este libro versa pues acerca de cómo la etnografía y la fotografía contribuyeron a nuestra imagen del mundo. Por tanto también es una reflexión de Antropología Filosófica, si es que por ella ha de entenderse -y creo que también así debe entenderse- una crítica de la antropología social y cultural.
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