|
Entre los crustáceos decápodos, el Infraorden Brachyura Linnaeus, 1758 es el grupo más
diverso y de mayor éxito evolutivo, con aproximadamente 7.000 especies pertenecientes a 98
familias (Tsang et al. 2014). Los braquiuros, comúnmente llamados cangrejos, han conquistado
casi todos los hábitats y numerosos nichos ecológicos (De Grave et al. 2009; Ahyong et al.
2011). La mayoría de las especies son marinas, aunque también existen especies de agua dulce
o incluso especies terrestres.
El desarrollo larvario de los braquiuros suele constar de dos fases de vida libre y
planctónicas (con las escasas excepciones de aquellos con desarrollo directo, principalmente de
agua dulce): zoea (con varios estadios) y megalopa (Anger 2006). La megalopa es una fase de
transición entre la zoea planctónica y la fase juvenil y adulta, típicamente bentónicas (Rice 1981).
La notable variación de morfología, comportamiento y hábitat entre larvas y adultos representa
un gran problema a la hora de identificar las larvas del zooplancton. La morfología de las formas
larvarias es difícil de relacionar con la de los adultos y, aunque a veces las larvas se pueden
distinguir morfológicamente, no resulta sencillo atribuirlas a la forma adulta correcta (Bucklin
2010). La falta de datos a priori que relacionen los estadios larvarios con la especie a la que pertenecen, ha ralentizado el avance en el conocimiento de la fase megalopa.
De las 140 especies de braquiuros conocidas en la Península Ibérica, solo se dispone de
descripciones fiables de la megalopa de 67 especies (< 48%). En la última década se han
empezado a aplicar nuevas técnicas que minimizan estas limitaciones y/o restricciones, y que
permiten avanzar a un mayor ritmo en el conocimiento de la morfología larval de los braquiuros y
sus aplicaciones, como la filogenia y sistemática moleculares (Ampuero et al. 2010; Spiridonov et al. 2014).
Una de estas nuevas técnicas fue presentada en 2003 por el doctor Paul Hebert y
colaboradores quienes propusieron la utilización de una región pequeña del genoma como DNA
barcode (código de barras genético), al gen citocromo oxidasa 1 (Cox1) (Hebert et al. 2003). El
código de barras de ADN ha demostrado ser muy útil tanto para diferenciar especies (Costa et al.
2007) como para la diferenciación entre poblaciones de una misma especie (Palero et al. 2008;
García-Merchán et al. 2012). Además del Cox1, el gen mitocondrial de la subunidad ribosomal
16S también ha demostrado ser una herramienta eficiente en estudios sistemáticos de
crustáceos decápodos (Schubart et al. 2000; Ahyong et al. 2007). La aplicación de técnicas
moleculares para la identificación de megalopas en muestras del plancton, nos ha permitido incrementar el número de especies para las que se conoce este estadio larval, y que a partir de ahora pueden ser identificadas directamente del plancton en base a su morfología (Weeb 2006).
Se podría concluir que una clasificación sistemática adecuada, que refleje las relaciones
filogenéticas entre los diferentes taxa, debería representar un compendio de todas las fuentes de información disponibles, considerando siempre que existan los datos larvales.
|