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El artículo consta de cuatro apartados. El primero hace un breve recorrido histórico
para mostrar la estrecha imbricación entre los juegos de azar y las matemáticas. En el
segundo se argumenta que los juegos de azar son 'injustos' para el apostante y favorables
para la casa de apuestas; precisamente en eso reside el margen de benefi cios que
obtiene esta última y que la convierte en un negocio rentable. Se explica además cómo,
mediante un sencillo cálculo, podemos averiguar si una apuesta en particular, o un juego,
entendiendo éste como una secuencia de apuestas, es 'justo' o no. También se razona
por qué cuando los apostantes se enfrentan a un 'cociente de apuestas' adverso a la
larga acabarán perdiendo todo su dinero. Si el jugador advirtiera la certidumbre de su
ruina a largo plazo, por razones matemáticas, quizá dejase de apostar. Pero lo que a
menudo suele ocurrir es bien distinto: el jugador hace sus cábalas sobre cómo funciona
el azar y sobre sus posibilidades de controlarlo, extrae sus conclusiones sobre el
comportamiento del dispositivo físico que genera los resultados, y' sigue apostando.
La evidencia experimental apunta además que cuando razonamos sobre probabilidades,
jugadores y no jugadores, somos muy propensos a cometer errores. Por eso en el tercer
apartado se exponen diversos razonamientos engañosos ''falacias'', relacionados con
la probabilidad y el azar. Para acabar se incluye una breve sección con las conclusiones.The article consists of four sections. The fi rst is a short historical look to display the close
relation between games of chance and mathematics. The second argues that games are
chance are 'unfair' for the gambler and favourable for the betting fi rm; this is precisely
where the profi t margin lies for the fi rm, and why this is a profi table business. It also explains
how, by means of a simple calculation, we can fi nd out whether a particular bet or a
game, understood as a series of bets, is 'fair' or not. It furthermore gives the reasons why
gamblers will in the long term end up losing their money when they have to play against an
adverse 'betting quotient'. If players could realise the inevitability of their ruin in the long
term for mathematical reasons, they might stop betting. What often tends to happen is
nevertheless quite another matter: the players work out their calculations as to how chance
works and their possibilities of controlling this, draw their conclusions as to how the physical
device generating the results works and ' go on betting. The experimental evidence also
indicates that when gamblers and non-gamblers alike reason on probabilities, we are very
prone to make mistakes. For this reason the third section puts forward several errors of
reasoning ' 'fallacies', connected with probability and chance. To end with there is a short
section containing the conclusions.
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