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El origen de la presente investigación hay que situarlo en una cuestión que si bien no es novedosa (a saber, la relación entre el ámbito de lo afectivo y el de lo ético en el ser humano), gracias a la propuesta filosófica del Xavier Zubiri entendemos que se le puede dar un tratamiento que sí que lo es. Zubiri se caracteriza por su rigor tanto en el estudio de la realidad como en el del propio ser humano. En diálogo con la fenomenología y como superación de la misma, el filósofo español acuña el concepto de "actualización", proceso en cuyo seno se produce la aprehensión de la realidad mediante su conocida "inteligencia sentiente". El primero de estos dos términos ha sido ampliamente desarrollado en su trilogía; siguiendo a estudiosos de Zubiri y en referencia al tema que nos ocupa, nosotros hemos insistido en el segundo de esos dos términos, esto es, en el peso que posee lo sentiente en los procesos humanos de actualización de la realidad.
Según nos explica Zubiri en sus "Reflexiones filosóficas sobre lo estético", los sentimientos poseen una referencialidad a la realidad que usualmente no ha sido considerada, relegándolos al ámbito de lo subjetivo, y consecuentemente mantenidos al margen de una reflexión filosófica rigurosa. Pero incardinándolos en su planteamiento filosófico general, el filósofo español los recupera para el análisis de lo que es un comportamiento humano global, en todas sus dimensiones, también en la ética.
Desde este punto de partida, y valiéndonos de la estratificación de la realidad que Zubiri realiza desde un punto de vista estrictamente metafísico, hemos realizado un análisis del ámbito afectivo humano, yendo desde lo talitativo hacia nuestra realidad más profunda. Efectivamente, la propuesta zubiriana nos ha ayudado a acceder a los estratos profundos de nuestra realidad, ámbito en el que es posible identificar un encuentro entre las distintas facultades humanas, concretamente entre el sentimiento afectante y la voluntad tendente.
Hemos distinguido en la afectividad humana distintos estratos: desde el más externo (los sentimientos talitativos), pasando por la dimensión estética de cada sentimiento, hasta el estrato más profundo en el que podemos hablar de una auténtica experiencia estética. Será precisamente a causa de esta última, junto con el recubrimiento de nuestras facultades (correlato del recubrimiento de los trascendentales), lo que nos permita argumentar (y fundamentar) una interdependencia entre nuestra facultades afectiva y volitiva, y que hemos hecho extensible también a nuestra facultad intelectiva.
Así se puede dar fundamentación a un modo diferente de llevar a cabo esa tarea que es la realización de la vida personal que somos cada uno, mediante una razón que lejos de mantenerse en unos criterios lógico-científicos, emplea herramientas o elementos que van más allá de lo estrictamente racional considerando otros que cabe situar en el ámbito de lo afectivo, y que pueden ser englobados bajo el calificativo de estético. Efectivamente, atendiendo a un sentido de la realidad que cobra un vigor renovado cuando ésta es atendida desde todas las dimensiones humanas, podemos hablar de una razón humana que es una razón más que racional, una razón ampliamente ejercida desde la cual nuestro comportamiento a nivel personal y por ende, sus repercusiones a nivel social, alcanza un giro que posibilita vislumbrar nuevos espacios de entendimiento sostenidos por un encuentro diverso con la realidad y con nuestra realidad.
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