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@font-face { font-family: "Cambria Math"; }p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal { margin: 0cm 0cm 0.0001pt; font-size: 12pt; font-family: "Times New Roman"; }p.MsoFootnoteText, li.MsoFootnoteText, div.MsoFootnoteText { margin: 0cm 0cm 0.0001pt; font-size: 10pt; font-family: "Times New Roman"; }span.MsoFootnoteReference { vertical-align: super; }span.TextonotapieCar { }.MsoChpDefault { font-size: 10pt; }div.WordSection1 { page: WordSection1; } Durante los siglos XVI y XVII, la Monarquía y la Iglesia españolas, establecieron unas normas de control de la población que incluían también el gobierno de las emociones. Para imponer su dominio sobre espacios tan íntimos como los del deseo y el amor, la pintura fue un vehículo eficaz. El objetivo del presente trabajo es el de reflexionar, no sólo acerca del modo en el que las imágenes pintadas[1] colaboraron al relato de la construcción de las conductas en el ámbito de los afectos, sino también cómo en estas representaciones se entrevén las discrepancias y los desacuerdos. [1] Es preciso aclarar que, en este trabajo, sólo se van a utilizar las imágenes de los cuadros, por lo que los grabados quedan excluidos de él.
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