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Las palabras "el poder sobre el mar es un asunto de gran importancia" no las pronunció pomposamente, al menos que nosotros sepamos, ningún lord inglés vanagloriándose del valor estratégico, militar y económico que el dominio de los mares podía tener de cara a garantizar la prosperidad y larga vida del antaño anchuroso imperio británico. Y, si alguna vez lo hizo, semejante gentleman ni se anticipó en el tiempo ni aventajó en fama, fortuna y talento al excelente estadista y político ateniense Pericles quien, allá por el año 431 a. C., debió de decir algo tal que así ante sus conciudadanos a fin de animarles a entrar en una guerra que, pese al optimismo visionario de su carismático líder, terminó por arruinar al imperio ateniense veintisiete años después, según nos informa el historiador, también ateniense, Tucídides (Historia de la guerra del Peloponeso, 1.143.5 μέγα γὰρ τὸ τῆς θαλάσσης κράτος, en el original griego de las palabras con que abríamos el presente párrafo).
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