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the Mexican State marks an important guideline in its constitutional history, embodied in the reform that took place in 2011.
Recognizing that human rights are above the standards of the state, extended the panorama in the field. However, when human rights
collide, it is difficult to deliberate. There is, on the one hand, the human right to religious belief, and secondly, the rights to life and health,
which as in the case of blood transfusions or surgical interventions in minors can generate conflict, this in because theological
interpretation of the believers of the religion of Jehovah's Witnesses. In the case of the elderly, the principle of autonomy is evident, in
which each person can decide whether to admit or reject an intervention, however in the case of minors, the approach is different because,
regardless of the degree of psychological maturity, they can not choose, and restrictively internal legislation makes equal treatment to all
children, regardless of age or degree of maturity. The dilemma involves parents and their responsibilities as well as the consequences of
denying any treatment, and the doctors who are constrained to preserve the right to life and health of patients.el Estado mexicano marca una pauta importante en su historia constitucional, plasmada en la reforma que tuvo lugar en el año
2011. Reconocer que los derechos humanos están sobre las propias normas del estado, extendió el panorama en la materia. Sin embargo,
cuando los derechos humanos colisionan, es difícil deliberar. En el caso particular, existe por una parte el derecho humano a la creencia
religiosa y, por otro los derechos a la vida y a la salud, que en caso de transfusiones sanguíneas o intervenciones quirúrgicas de menores
de edad pueden llegar a generar conflicto, ello en razón de la interpretación teológica de los creyentes de la religión Testigos de Jehová.
En el caso de los mayores de edad, queda patente el principio de autonomía de la voluntad, en el que cada persona puede decidir si admite
o rechaza una intervención, sin embargo en el caso de los menores de edad, el planteamiento es distinto pues dado el grado de madurez
psicológica, aquél no puede elegir y limitativamente la legislación interna hace un trato igual a todos los menores sin importar su edad o
grado de madurez. El dilema implica a padres de familia y sus responsabilidades así como las consecuencias en caso de negar algún tipo
de tratamiento y, la de los médicos que se encuentran constreñidos a preservar el derecho a la vida y la salud de los pacientes.
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