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Sorprende que un autor como Habermas haya podido atraer sobre sí la atención de un público que no esté estrictamente interesado en cuestiones de fundamentos de las ciencias sociales. Y no porque estas cuestiones resulten especialmente misteriosas o no puedan interesar a muchos; estas cuestiones son de muchos o de pocos en el mismo grado en que son de muchos o de pocos las cuestiones de fundamentos de cualquier otra ciencia. Por lo general son de pocos, no en ningún sentido elitista, sino en el sentido de cuestiones especializadas. «Teoría de la acción comunicativa» de Habermas está dirigida a aquel que esté interesado en cuestiones de fundamentos en las ciencias sociales y, sin embargo, oh sorpresa, en España la primera edición de esa obra se agotó en tres meses y en estos momentos está ya a la venta la segunda. En Alemania esta obra, dirigida, como digo, a los interesados en cuestiones de fundamentos en las ciencias sociales, lleva vendidas cuatro ediciones, que suman unos treinta mil ejemplares. «Toda Europa lee hoy a Habermas», se ha dicho, aunque quizá fuera más exacto decir: miles de europeos tienen hoy libros de Habermas en casa, libros que Habermas nunca pensó que pudieran interesar a miles de europeos.
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