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Bautista Gómez, Lesia María
Oliver Germes, Amparo (dir.) Departament de Psicologia Evolutiva i de l'Educació |
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Aquest document és un/a tesi, creat/da en: 2017 | |
no procedeLas condiciones de vida, las circunstancias y las expectativas de cada individuo son determinantes en los logros de cada persona, una aproximación la tenemos en la realidad que viven los jóvenes en República Dominicana al afrontar sus dificultades. Nuestros jóvenes hoy día se encuentran frente a un escenario de violencia desafiante, situación manifiesta y objetivable a través de diarios de circulación nacional, redes sociales y estudios de investigación, además de vivencias directas en nuestro centro de trabajo, como por ejemplo casos de agresión física y verbal entre nuestros propios estudiantes. Esta situación de deterioro y menoscabo del tejido social, tal como se ve expresada a diario en los medios de comunicación y aun más tristemente en las experiencias vividas, permite percibir como se presenta la violencia en todos los sectores de la vida del dominicano. Son muy comunes escenas de mujeres golpeadas o violadas, niños maltratados o abusados, ajuste de cuentas entre pandillas, asesinatos, robos, secuestros, y otros que han sido noticias de interés en la actualidad, pero luego son dejadas a un lado o son olvidadas, y van acrecentándose silentemente, sin abordarse desde una perspectiva de investigación científica, que pueda aportar claves al diagnóstico como acercamiento al planteamiento de alguna solución a la raíz principal del problema. las dimensiones de agresión manifiesta y relacional muestran relaciones positivas con medidas de actitud negativa hacia la autoridad institucional, transgresión hacia las normas sociales, deseo de una reputación antisocial, conflicto familiar, estrés percibido e insatisfacción con la vida (Buelga, Musitu y Murgui, 2009; Buelga, Musitu, Murgui y Pons, 2008; Cava et al., 2006; Estévez, Jiménez y Moreno, 2010; Estévez, et al., 2006; Estévez, Murgui y Musitu, 2008; Jiménez y Lehalle, en prensa; Jiménez et al., 2008; Moreno, Estévez, Mugui y Musitu, 2009). Por otro lado, la agresión reactiva, en comparación con la instrumental, está más estrechamente relacionada con ciertos problemas de ajuste en la adolescencia tales como la excesiva impulsividad o la baja tolerancia a la frustración (Little, Brauner, Jones y Hawley, 2003; Little, Henrich, Jones y Hawley, 2003; Prinstein, Boergers y Vernber, 2001). OBJETIVOS Definir y describir en que consisten las situaciones de vulnerabilidad que pueden llevar a itinerarios de vida de violencia o de proyecto de vida satisfactorio en estudiantes de secundaria de San Juan de la Maguana (República Dominicana). Objetivo general, Identificar y cuantificar la importancia de factores protectores y de riesgo en jóvenes en situación de vulnerabilidad Específicos: Tras identificar las variables clave en ambos contextos: vulnerabilidad y educación en nivel medio (denominado recientemente educación secundaria) seleccionar a partir de la literatura medidas idóneas con garantías psicométricas y de aplicabilidad Adaptar y/o validar en este contexto las medidas (caso del emprendimiento) que no lo estuvieran previamente, aportando datos sobre su fiabilidad y validez. Identificar y cuantificar el alcance de la violencia sobre el proyecto de vida de los estudiantes Establecer un mapa de variables que permita explicar los mecanismos de la violencia o el conflicto en el nivel medio Proponer un modelo que represente esa realidad y sea avalado por los datos METODOLOGIA La muestra estuvo constituida por 117 estudiantes de ambos sexos (51 chicos y 66 chicas) de edades comprendidas entre 16 y 19 años (promedio = 17.66; desviación típica = .790); pertenecientes a un centro de enseñanza de la región de San Juan de la Maguana (República Dominicana). Este centro fue elegido por ser el mayor en número de alumnos y de estudios ofertados, representativo de un área geográfica que reúne condiciones como su proximidad a Haití y una tradicional escasez de recursos socio-económicos. Además de evaluar datos socio-demográficos, la encuesta incluye: Escala de Conductas Violentas en la Escuela (Little, Henrich, Jones y Hawley, 2003). En este estudio, la fiabilidad fue de .96. Escala de Esperanza Disposicional (Snyder et al., 1991). El alfa en este estudio fue de .70. Escala Autoconcepto Forma 5 (AF5; García y Musitu, 1999; El alfa de Cronbach en esta muestra fue de .74. Escala de Actitudes Emprendedoras para Estudiantes (Oliver y Galiana, 2015). En esta muestra, el alfa tuvo un valor de .92. Cuestionario de Valores Personales (Schwartz y Bilsky, 1990). La fiabilidad de la escala en este estudio fue de .95. Análisis estadísticos Para analizar las relaciones de la conducta violenta con las distintas variables predictoras, se estimó y puso a prueba un modelo de ecuaciones estructurales, un modelo con correcciones robustas para los errores estándar. En el modelo propuesto, la esperanza, las variables de emprendimiento, los valores personales y cuatro dimensiones del autoconcepto, todas ellas variables observables, predecían la conducta violenta en la escuela, que a su vez explicaba las 6 dimensiones de conducta violenta que recoge la escala utilizada (agresión manifiesta pura, agresión manifiesta reactiva, agresión manifiesta instrumental, agresión relacional pura, agresión relacional reactiva, agresión relacional instrumental). Se estimaron las correlaciones entre las diferentes variables exógenas (independientes) del modelo. RESULTADOS Por lo que respecta a la parte de la estructura de la conducta violenta, se realizó un examen de las cargas factoriales, lo que ofrece información complementaria sobre el ajuste analítico del modelo. Todos los indicadores cargan de forma significativa (p < .05) en la dimensión hipotetizada, con saturaciones estandarizadas altas, entre un mínimo de .85 para la agresión manifiesta pura y un máximo de .94 para la agresión manifiesta reactiva, agresión relacional pura y agresión relacional instrumental. En lo que se refiere a la parte predictiva del modelo, se observaron siete predictores estadísticamente significativos: esperanza, filosofía de trabajo, empatía, toma de riesgos, valores colectivos, autoestima social y autoestima familiar. La esperanza, empatía, toma de riesgos y autoconcepto familiar predijeron la conducta violenta en negativo, es decir, mayores puntuaciones en estas variables se asociaron con menores puntuaciones en conducta violenta. Filosofía de trabajo, valores colectivos y autoestima social, por su parte, se relacionaron con la conducta violenta de forma positiva, de forma que mayores puntuaciones en estas tres variables se asociaron con mayor conducta violenta. DISCUSION Y CONCLUSIONES El objetivo de la presente investigación era conocer algunos de los factores protectores frente a la violencia escolar, violencia que, en el caso de la República Dominicana, es una problemática recurrente, afectando a un 21.8% de la población (Román y Murillo, 2011). Para ello, se puso a prueba un modelo de ecuaciones estructurales en el que se incluyeron como factores protectores cuatro dimensiones del autoconcepto (académico, social, familiar y físico), la esperanza disposicional, los valores (tanto los individualistas, como los colectivistas y los mixtos) y las actitudes emprendedoras (proactividad, filosofía o ética profesional, empatía, innovación, autonomía y toma de riesgos). Con respecto a la hipótesis que predecía que las dimensiones del autoconcepto pudiesen desempeñar un papel protector de las conductas violentas, los resultados mostraron evidencia tanto en sentido afirmativo como negativo en función de la dimensión concreta bajo estudio. Mientras que el autoconcepto familiar predijo negativamente las conductas violentas de los estudiantes, de forma que a mayor nivel de autoconcepto familiar, menor nivel de violencia; el autoconcepto social se relacionó de forma positiva, mostrando que aquellos estudiantes con mayor autoconcepto social eran también los más violentos. En cuanto al autoconcepto académico y físico, no resultaron ser predictores estadísticamente significativos. Estos resultados indican que, aunque de manera general la autoestima es considerada un factor protector ante problemas emocionales y conductuales, como es el caso de las conductas violentas, las cuales asocian el comportamiento agresivo de los adolescentes con una autoestima más baja, debemos ser cautos y no caer en generalizaciones, prestando atención a matices según las dimensiones. Por tanto, nuestros resultados siguen la línea de aquellas investigaciones que tienen una visión multidimensional de la variable autoconcepto. También respaldan la importancia y sentido de la relación entre autoconcepto familiar y violencia, pues como Moreno et al. (2009) hallaran con las dimensiones del clima familiar, tanto cohesión como expresividad familiar, mostraron relaciones negativas con la violencia pura, la violencia manifiesta y la violencia instrumental. Al respecto añadir, como subrayan Martínez et. al, (2008), que existen estudios que señalan como los adolescentes violentos valoran de un modo negativo el ámbito familiar, informando de relaciones hostiles con sus padres (frecuentes conflictos, problemas de comunicación y conductas desafiantes en sus relaciones familiares) y perciben un bajo apoyo parental, variables que conforman una menor autoestima familiar (Dekovic et al., 2004; Morales y Costa, 2001; Musitu et al., 2001). En cuanto a la relación entre autoconcepto social y conductas violentas, tal y como señala Estévez (2005), recientes estudios afirman que los adolescentes con problemas de agresividad en la escuela obtienen puntuaciones elevadas de autoconcepto social (Andreou, 2000; O’Moore y Kirkhan, 2001). Una posible explicación de estos resultados es que los adolescentes agresivos son en numerosas ocasiones figuras importantes en su grupo de iguales (Gilford-Smith y Brownell, 2003; Hawley y Vaughn, 2003) e incluso populares y queridos entre sus compañeros (Salmivalli, 1998), lo que les hace disfrutar de ciertos beneficios sociales que se reflejan en esta dimensión de la autoestima (Little et al., 2003). Referente a la falta de relación entre autoconcepto académico y físico y conductas violentas, los resultados aportados en el presente trabajo son acordes a investigaciones previas, que mostraron una falta de relación entre ambos constructos (ver, por ejemplo, Cava et al., 2006). En cuanto al papel de la esperanza disposicional, y tal y como se esperaba, ésta se mostró como un protector frente a las conductas violentas en la escuela. Los resultados del modelo apuntaron una relación negativa y elevada entre ambas variables, siendo además el predictor con mayor capacidad explicativa. De esta forma, los tres componentes de la esperanza: la conceptualización de las metas, el desarrollo de estrategias para conseguir dichas metas y la motivación para utilizar dichas estrategias (Lopez et al., 2000; Snyder, 2000; Snyder et al., 2003) serían factores claves en la prevención de la violencia en los centros escolares. Tal y como ocurría con el autoconcepto, las actitudes emprendedoras funcionan como protectores o no de la violencia en función de la dimensión que se estudie. Los resultados de esta investigación apuntan que variables como la empatía y la toma de riesgo se relacionan negativamente con las conductas violentas en la escuela, mientras que la filosofía o ética profesional lo hace de forma positiva. La empatía ha sido identificada previamente como un factor protector de la violencia escolar, dado que niveles escasos de empatía suelen conllevar conductas sociales incívicas, incluyendo las conductas violentas entre iguales (Díaz-Aguado, 2006; Martorell, González, Rasal y Estelles, 2009; Stassen, 2007). El autoconcepto social como percepción que cada cual tiene de sus habilidades sociales, ser popular y mantener buenas relaciones con los otros, parece relevante y según Baron (2000) favorece la construcción de actitudes emprendedoras. Así, el relacionarse con los demás de forma adecuada, ejerce efectos beneficiosos diferentes en contextos más allá del ajuste social, como por ejemplo obtener un respaldo económico o fidelizar nuevos clientes e incluso se considera predictora de un mayor éxito en los negocios (Barón y Markman, 1999, citado en Barón 2000). Concretamente en el campo de las iniciativas emprendedoras, se sabe que estas no solo son productos de construcción individuales sino que varias veces responden al esfuerzo grupal por lo que valores y creencias sobre sí mismo, sostenidas en el contexto de las interrelaciones sociales parecen ser favorecedoras de este tipo de iniciativas (Davidsson y Honing, 2003; Liñan y Santos 2007, citado en Liñan, 2008). Finalmente, por lo que respecta a los valores personales, los valores mixtos son aquellos que se han mostrado protectores frente a las conductas violentas, mientras que los valores colectivos se han relacionado positivamente. Los valores individuales, por su parte, no mostraron relación. Aunque no existen estudios previos a este respecto, nuestra hipótesis inicial era que todos los valores serían protectores frente a las conductas violentas. Los resultados contraintuitivos conseguidos deberán servir para que futuras investigaciones ahonden en la relación entre valores y conductas violentas en la escuela, para desentrañar si se trata de una particularidad de la muestra de estudio, o esta relación se da también en otros contextos, y buscar las posibles causas. En síntesis, encontramos que los resultados del presente estudio ponen de manifiesto la existencia de factores protectores frente a las conductas violentas entre adolescentes dominicanos. Estos datos son observables puesto que un conjunto de variables enmarcadas en la psicología positiva: autoconcepto familiar, esperanza disposicional, empatía, toma de riesgos y valores mixtos (a la vez individuales y colectivos), se encuentran asociadas de forma negativa con la conducta violenta. En este sentido, y siendo conscientes de las limitaciones de un estudio de corte transversal con medida en un único momento temporal, en función de la capacidad explicativa de estos protectores, cabe esperar que fomentándolos se consiga disminuir la conducta violenta entre adolescentes. Johannisson, autoridad en el campo del emprendimiento social, menciona que el espíritu empresarial requiere de la capacidad de organizar creativamente los recursos humanos por lo que competencias como la empatía, atender al otro como si fuera uno mismo, formarían parte del autoconcepto social (Johannisson, 2011). En esta línea, encontramos que los adolescentes con una elevada autoestima o autoconcepto familiar tienden a mostrar una menor implicación en este tipo de comportamientos agresivos (Cava et al., 2006; Estévez, Martínez y Musitu, 2006; O’Moore y Kirkham, 2001). De este modo, múltiples investigaciones relacionan los estilos educativos que usan madres y padres, con problemas de conducta de sus hijos: uso de alcohol y drogas, delincuencia, violencia, o abandono escolar (Ricardo, Mateu y Oliver, 2014). Es por ello que una estrategia complementaria al fomentar las variables protectoras mencionadas, requeriría de una enseñanza dirigida a padres que fomente correctos estilos educativos. Pero nuestra capacidad de actuar no se limita a estas variables del ámbito familiar, cada vez son más los estudios que se suman a la importancia de fomentar una actitud emprendedora dentro de las aulas, así como desarrollar un programa educativo en el que ocuparse de los componentes de la esperanza disposicional de los alumnos (conceptualización de las metas, desarrollo de estrategias para conseguir dichas metas y motivación para utilizar dichas estrategias). Con estas medidas se pretende inducir un cambio emocional y conductual que repercuta de forma positiva sobre la prevención y eliminación de las conductas violentas. | |
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