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Beneite Martí, Joshua
Siurana Aparisi, Juan Carlos (dir.) Departament de Filosofia |
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Aquest document és un/a tesi, creat/da en: 2017 | |
Esta Tesis trata de valorar la medida en que, por un lado, la filosofía de José Ortega y Gasset y, por otro, la ciencia de Ramon Margalef i López están condiciones de realizar alguna aportación interesante al debate contemporáneo sobre lo ecológico. La hipótesis sostiene, pues, que ambos representan dos fuentes valiosas para la constitución de una renovada ‘perspectiva ecológica’ capaz de hacer frente a la problemática actual.
La metodología empleada responde a la hermenéutica filosófica, partiendo, en primer lugar, del estudio de los textos originales a la búsqueda de su significado literal. Para ello, se contextualizan algunos pasajes clave y ciertos conceptos que se han considerado fundamentales. Desde estos puntos nodales, se busca posteriormente la referencialidad que adquieren en su contexto original, así como la motivación y la intención que pudieran tener los autores en el mome...
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Esta Tesis trata de valorar la medida en que, por un lado, la filosofía de José Ortega y Gasset y, por otro, la ciencia de Ramon Margalef i López están condiciones de realizar alguna aportación interesante al debate contemporáneo sobre lo ecológico. La hipótesis sostiene, pues, que ambos representan dos fuentes valiosas para la constitución de una renovada ‘perspectiva ecológica’ capaz de hacer frente a la problemática actual.
La metodología empleada responde a la hermenéutica filosófica, partiendo, en primer lugar, del estudio de los textos originales a la búsqueda de su significado literal. Para ello, se contextualizan algunos pasajes clave y ciertos conceptos que se han considerado fundamentales. Desde estos puntos nodales, se busca posteriormente la referencialidad que adquieren en su contexto original, así como la motivación y la intención que pudieran tener los autores en el momento de formularlos. En segundo lugar, hay también una labor de interpretación, toda vez que se intenta ofrecer una relectura de los mismos, aproximándolos a marcos conceptuales más actuales o que, en principio, pudieran parecer relativamente ajenos. Embarcados en esta labor, se ofrecen asociaciones novedosas referidas a la intertextualidad de los conceptos seleccionados, que dan lugar a una nueva comprensión. Por último, se trata de recontextualizar todos estos conceptos e ideas en el espacio de un nuevo paradigma que aquí se ha querido denominar “perspectiva ecológica”: el espacio transdisciplinar indeclinable en el que deberían confluir filosofía, ciencia y ética para mejor pensar el problema de nuestro tiempo.
En la primera parte de la Tesis (“En torno a la perspectiva ecológica”) se refieren, principalmente, cuestiones que tienen que ver con la ecología como disciplina científica, pero también se aborda la proyección e influencia que ha podido tener en otros campos del saber.
Tanto el primero como el segundo capítulo (“Etimología y definición de ecología” y “Algunas notas sobre la historia de la ecología”) emprenden una sucinta retrospectiva histórica de dicha disciplina científica. En el capítulo tercero (“Actualidad de la ciencia de la ecología”), se aborda un sucinto retrato de la ciencia ecológica contemporánea, tras el cual se nos aparece como operando según un método perspectivista de forma evidente.
En el capítulo cuarto (“Daguerrotipo de la crisis ecosistémica”) se pone en relieve que no basta con una disciplina científica para hacer frente al entuerto ecológico de nuestra era. Si bien una parte de la crisis ecológica se hace evidente en la dimensión fenoménica (cambio climático, agotamiento de los recursos energéticos o saturación de los sumideros planetarios), sus raíces hay que buscarlas en una dimensión metafísica. El quinto capítulo (“¿Paradigma, perspectiva o posicionamiento?”) se enzarza, pues, en una discusión en torno a si la ecología representa simplemente un paradigma científico, o es posible extender su influencia hasta una perspectiva filosófica, e incluso un posicionamiento ético. La ecología se revela ahora como una nueva manera comprender la compleja realidad (una nueva cosmovisión), que nos habla del mundo, sus cosas y el lugar del ser humano entre todas ellas.
Son precisamente esas mismas dimensiones las que trata de analizar nuestra ‘perspectiva ecológica’, dando paso a tres importantes tareas. La primera, a un nivel epistemológico-científico, trata de explicar qué son el mundo y sus cosas; la segunda, a un nivel metafísico-ontológico, cuestiona cuál es el lugar que ocupa el ser humano entre todas ellas; y la tercera, pero en absoluto menos importante, trata de dirimir, al nivel ético-normativo, que le es dado hacer o dejar de hacer a éste en vistas a todo lo anterior. Buscando proporcionar el fundamento necesario para pensar la última de estas tareas, el sexto capítulo, cerrando al tiempo este primer apartado (“Discursos de la ética sobre el medio”), intenta sugerir un retrato de las posturas éticas que se enfrentan a la problemática inserción del ser humano en el mundo ecosistémico. En dicho espacio, se especula acerca de una posible fractura en el campo de la ética ambiental, provocada por la emergencia de determinados movimientos.
La segunda parte de la tesis (“Ortega y las tres ecologías”) trata de dilucidar el vínculo potencial que puede establecerse entre el filósofo madrileño, y los tres componentes ya mencionados de la perspectiva ecológica: filosofía, ciencia y ética.
Así, en el capítulo séptimo (“Ortega, ¿precursor de la filosofía ecológica?”) se refiere que las fuentes filosóficas más tradicionales de la perspectiva ecológica han sido hasta ahora: Karl Marx (ecosocialismo) y Martin Heidegger (ecología profunda). Tras ello, se señala la importancia de la razón vital orteguiana como fuente alternativa para la filosofía ecológica. Explorando la veracidad de esta afirmación, el capítulo octavo (“Ortega y la Nueva Biología”) reabre el debate entre los orteguianos a favor de un maestro influenciado por la biología de su tiempo, y aquellos que opinan que la lectura de la misma por parte del madrileño no fue para tanto. Cobran en este espacio vital importancia nociones como la de Umwelt, que Ortega toma generosamente de Jakob von Uexküll, inspirando parte del contenido de un concepto tan central como el de “circunstancia”. Se ofrece también un estudio de la celebérrima expresión orteguiana acerca de la dependencia del yo y su circunstancia, se analiza el papel de la noción de paisaje en su obra y, por supuesto, la importancia del método perspectivista.
El capítulo noveno (“Ortega, la técnica y el transhumanismo”) aborda la dimensión antropológico-filosófica en la que, de la mano de Ortega, el ser humano es insertado en su circunstancia ecológica. Se discute la postura de Ortega respecto del naturalismo, pero se da cuenta del seguimiento que, al mismo tiempo, hace de la “filosofía natural”. Vale la pena decir ahora que, de buscar una fuente tradicional para la ecología, ésta ha de localizarse precisamente en dicha corriente.
El capítulo décimo (“Ortega, la filosofía de la caza y el ecologismo”) es el que con más motivos introduce de pleno al madrileño en el campo de nuestra ‘perspectiva ecológica’, y el que más tesoros alberga para el contexto de los estudios orteguianos. Se relata, para justificar lo dicho, la recepción de un texto orteguiano en el seno académico de la ecología profunda, y la medida en que ese texto resultará, pues, seminal en el debate de las éticas ambientales y ecológicas. Luego de ello, se buscan los reflejos de la ciencia ecológica del tiempo de Ortega en el mismo, señalando, además, tras ofrecer una relectura, sus potencialidades para contribuir a una ética ecológica.
La tercera y última parte de la Tesis (“Ramon Margalef, la filosofía y la ética ecológica”) intenta resaltar el valor metacientífico de la obra de Margalef. Ello no solo en términos de una filosofía de la ciencia, sino revelando también los fragmentos dispersos a lo largo de sus textos que ayudan a la labor de constituir una antropología filosófica, una ética ecológica o incluso una política ecológica.
En el undécimo capítulo (“Semblanza de Ramon Margalef i López”) se ofrece una breve biografía vital e intelectual del científico, de la cual cabe destacar su nombramiento en 1968 como primer catedrático de ecología en España, los más de 500 textos de su autoría (entre grandes volúmenes universitarios, ensayos y artículos científicos) o la influencia decisiva (a la altura de los hermanos Odum) que ha tenido y que se sigue notando en el campo de la síntesis ecológica internacional.
El capítulo duodécimo (“La síntesis margalefiana”) da cuenta de las grandes aportaciones del biólogo barceloní al mundo de la ciencia, pudiéndose destacar la importancia decisiva que tuvo su desarrollo de una “ecología humana”. Es en el capítulo decimotercero (“La ecofilosofía de Ramon Margalef”) donde se analizan algunos aspectos próximos a la filosofía de la ciencia de la ecología, tomando como rasero, principalmente, la “biofilosofía” de Mario Bunge. Ya en el capítulo decimocuarto (“Ramón Margalef y la tradición filosófica”) se rastrean las huellas de los grandes autores de la filosofía en la obra de Margalef. Citados con más frecuencia, Bergson, Whitehead o Teilhard de Chardin serán el reducto filosófico -y espiritual- más importante y significativo que se puede encontrar en la obra del biólogo. Aunque puede hablarse, a la par, de su explícita influencia popperiana o de su simpatía hacia Feyerabend; así como de la medida en que Deleuze, Foucault o Bruno Latour modelan, junto a Marx, su perspectiva social más crítica.
Es justamente, al hilo de este último, que el capítulo decimoquinto (“La antropología filosófica de Ramon Margalef”) nos revela un talante muy cercano a la antropología marxiana y al materialismo histórico en la obra del científico. Será en este espacio generado por el biólogo en el cual, por otro lado, se nos permite identificar la idea de la técnica orteguiana con un ejercicio de poder exosomático.
Los dos últimos capítulos (“La política ecológica de Ramon Margalef”) y (“Ramon Margalef y la ética ecológica”) revelan ciertos posicionamientos, éticos y políticos, que estamos en condiciones de identificar como un “socialismo universalista de corte ecoprefigurativo”. Su ética, acorde con ello, estará marcada por la idea de responsabilidad, sin eludir una referencia a las obras de misericordia corporales, u a otras significativas virtudes como la solidaridad, la renuncia o la templanza (con lo cual nos introduce de pleno en el contemporáneo terreno del decrecimiento). Si a ello sumamos el marcado carácter franciscano del que hace gala, pues no solo cree firmemente que la vida forma una fraternidad cósmica aquí en la tierra, y el especial interés que manifiesta por dirimir la problemática ecológica en términos de justicia social –aproximándonos al actual terreno de la justicia ambiental- estamos en condiciones de encuadrarlo dentro de un epígrafe próximo al de la “ecología personalista”.
A la hora ya de las conclusiones, y al hilo de la renovación de la ‘perspectiva ecológica’, se destacarán algunas ideas generales acerca de la ecología como un fenómeno complejo (no solo como ciencia) que es, pues, influido tanto por la filosofía y la ética. Dimensiones, por otro lado, a las que tampoco puede ésta renunciar. De este modo, la verdadera ‘perspectiva ecológica’ se concibe como una nueva cosmovisión que, necesariamente, debe ser tridimensional, pues la ciencia por sí sola no puede respuesta a todas las preguntas que surgen en su seno.
Acerca del valor ecológico de Ortega, deberá, en primer lugar, reivindicarse su vertiente biológica, pues ahí, gracias a que está leyendo y asimilando para su propia obra las prefiguraciones de la ciencia de la ecología, es donde comienza la aventura hermenéutica que representa esta Tesis. Deberá también decirse que Ortega ofrece un enfoque pionero para la filosofía de la ecología, y que este debe, en detrimento de Marx, Heidegger o muchos otros, ocupar un lugar preponderante por lo positivo de sus contenidos, que alcanza hasta iluminar ciertos aspectos de la ética ecológica contemporánea. De Margalef podrá afirmarse que es un pensador totalmente válido para iluminar el extenso y siempre un poco más confuso campo de la metaecología: es decir, el de la filosofía, la política y la ética que corresponden a tan fascinante disciplina.
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