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La actualmente denominada economía colaborativa, como modelo económico y social en el que los agentes comparten, de manera temporal, activos, bienes y servicios, en muchos casos infrautilizados, a cambio de dinero o de otros servicios, utilizando plataformas on line, está creciendo de manera imparable y se está introduciendo en sectores tradicionales como la producción de bienes y la prestación de servicios profesionales y financieros y, muy especialmente, en el sector turismo, en concreto en los subsectores de alojamiento y de transporte. Sin embargo, no todas las actividades que actualmente se están circunscribiendo al ámbito de la economía colaborativa en realidad pertenecen a ella. En realidad, parte de estas actividades son, únicamente, nuevos modelos de negocio que poco tienen de colaborativo. Ante esta ambigua delimitación de lo que es realmente economía compartida o colaborativa y lo que son, simplemente, nuevos modelos de negocio, ha surgido una fuerte oposición por parte de las empresas que siguen los modelos tradicionales, las cuales están siendo apoyadas por los gobiernos centrales y locales de algunos países de la Unión Europea, como es el caso de España, que están tratando de limitar la implantación de estos nuevos modelos. Frente a esta situación, la Comisión Europea está apostando por su desarrollo, marcando unas directrices orientadas a incentivar e impulsar estos nuevos modelos relacionados con la economía colaborativa.
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