|
A principios del siglo XIX, tanto absolutistas como liberales coincidían en situar los orígenes de España en la unión entre los primitivos hispanos y los visigodos, fundamentalmente a través de la conversión al cristianismo de los segundos. En las décadas siguientes, escritores, poetas, novelistas o historiadores románticos articularon desde una esfera pública cada vez más densa una narrativa de la nación liberal en la que la Edad Media ocupaba un papel destacado. Ahora bien, en un periodo tan esencial para la historia nacional como aquél, los autores españoles debían admitir que hispanorromanos y visigodos no eran sus únicos protagonistas, como advirtieron también los escritores foráneos. Desde el siglo VIII, los musulmanes ocuparon buena parte de la península, en la que además desarrollaron una civilización deslumbrante. Era imposible eludir la pregunta: ¿eran los modernos españoles el resultado de un cruzamiento cultural entre europeos y orientales? El romanticismo europeo no sólo consideró evidente este aserto, sino que lo celebró. La hispanofilia romántica que recorrió el mundo occidental en la primera mitad del siglo XIX tuvo mucho que ver con la identificación de España con su pasado oriental. Los autores españoles, sin embargo, se mostraron reacios a aceptar sin más esta afirmación, pues eran conscientes de lo que implicaba: aceptar el carácter "oriental" de la civilización española era asumir su exclusión de Europa y de la modernidad. Así pues, era urgente clarificar el lugar que debían ocupar judíos y musulmanes en el relato histórico nacional. En este artículo defiendo que los autores españoles participaron de la reivindicación europea del legado andalusí, que podía serlo en tanto que gloria nacional y como prueba del elevado grado de civilización alcanzado en la península durante la Edad Media. Ahora bien, a través de la obra de uno de los literatos que con más notoriedad trataron este tema, Francisco Martínez de la Rosa, planteo que la celebración del pasado oriental de España que llevó a cabo el liberalismo romántico de este periodo no estuvo reñida con la condena de su modelo de organización social y política (despóticos), ni con una clara identificación de lo español con la Europa cristiana. Más bien lo contrario: la religión se convierte en la piedra de toque que neutraliza y purifica el contacto entre moros y cristianos. El cristianismo se convertirá así en el principal elemento constitutivo de la nación, especialmente entre los sectores moderados.
|