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Angelo Vivante (Trieste, 1869-1915) es una de las referencias inexcusables del panorama periodístico y político triestino de principios del siglo XX. Sus artículos en cabeceras como Il Piccolo o Il Lavoratore (publicación que dirigió entre 1907 y 1909) o la intensa actividad desarrollada en el seno del Circolo di studi sociali, asociación para la difusión de la cultura entre los trabajadores, dan fe de ello. Con todo, su fama se debe en gran parte a su obra Irredentismo adriatico. Contributo alla discussione sui rapporti austro-italiano, publicada en Florencia en 1912 por la Libreria della Voce de Giuseppe Prezzolini. En este ensayo de corte histórico y político Vivante no solo se mostró como el máximo representante del socialismo juliano, antibelicista e internacionalista, sino que ofreció una visión de su ciudad totalmente alejada de la postura irredentista oficial de aquellos años. En efecto, Vivante consideraba el irredentismo como un movimiento irracional que no podría prosperar debido tanto a la necesaria dependencia de la ciudad del proteccionismo austriaco (garante de la privilegiada posición económica de la que venía gozando desde su elección como salida natural al mar del imperio Austro-Húngaro varios siglos atrás), como a la dificultad de mantener una determinada idea de italianidad en una urbe a la que el empuje comercial atraía constantemente una numerosa mano de obra desde otras partes del imperio, sobre todo eslava. De todo ello trata este fragmento final de su recordado título, Irredentismo adriatico, del que ofrecemos al lector hispanófono las preclaras últimas páginas que cierran el volumen. El estallido de la guerra, sumado a circunstancias personales a las que no son ajenas las fuertes críticas que recibió su obra, hicieron que se quitase la vida a principios de julio de 1915.
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