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A lo largo de las últimas décadas, numerosos especialistas destacan la pertinencia, validez y rentabilidad del empleo de elementos lúdicos con objetivos didácticos en la enseñanza y aprendizaje del español como lengua extranjera (cf., entre otros, Moreno 2004, Barretta 2006, Muñoz-Basols 2007, Nevado 2008 o Fernández 2010); de hecho, tanto el Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas como el Plan Curricular del Instituto Cervantes reconocen su validez para potenciar la adquisición de las diversas competencias lingüísticas (cf., respectivamente, Consejo de Europa/Ministerio de Educación, Cultura y Deporte 2002: 53, 59-60 y 143 entre otras; Instituto Cervantes 1994: 110-112). Entre los argumentos más frecuentes aducidos para reclamar su uso, se citan, por ejemplo, el desarrollo de la creatividad, el incremento de la interacción y el fomento de la práctica cooperativa y comunicativa de la lengua.
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