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La violencia contra la mujer constituye un grave problema de salud pública y representa una violación sistemática de derechos humanos, que muestra en forma dramática, los efectos de la discriminación y subordinación de la mujer por razones de sexo en la sociedad. A medida que pasa el tiempo, son más numerosas las pruebas y mayor la concienciación entre los proveedores de servicios de salud sobre los resultados negativos causados por la violencia basada en el género, que ha sido asociada con riesgos y problemas para la salud reproductiva, enfermedades crónicas, consecuencias psicológicas, lesiones, algunas de las cuales alcanzan hasta la muerte. Partiendo de esta realidad, las consultas son un espacio privilegiado para la detección del maltrato en la vida de las mujeres. Es muy posible que el personal sanitario conozca a las mujeres que sufren esta violencia desde hace tiempo, también a sus familiares e incluso a las personas que viven en la propia finca. En numerosas ocasiones también conocen al maltratador y pueden sospechar cuando él siempre acompaña a la paciente para controlarla y vigilarla. Además hay que añadir que el personal facultativo tiene la posibilidad de verlas con cierta asiduidad, e incluso en ocasiones en distintas etapas de su vida, primero cuando pasan de pediatría a adultas (mayores de 15 años), cuando van a ser mamás, y también cuando ya son más mayores.
El ámbito sanitario es relevante porque es aquí donde se gestiona la decepción y el dolor una vez que ya se ha producido la agresión y la prevención no ha sido eficaz. Aquí se detecta y se valoran las consecuencias que en la salud tiene el maltrato. En la mayoría de ocasiones, como veremos, se trata de un maltrato psicológico devastador, demoledor, donde no hay daño físico y por lo tanto más difícil de detectar y mucho más difícil de curar. Este maltrato psicológico está basado en comportamientos intencionados, ejecutados desde una posición de poder y encaminados a desvalorizar, producir daño psíquico, destruir la autoestima y reducir la confianza personal. Su padecimiento lleva a la despersonalización, al mismo tiempo que genera dependencia de la persona que los inflige.A menudo, las agresiones continuadas, tanto verbales como no verbales (el silencio, la indiferencia, los gestos…), crean una relación siniestra de dependencia entre el maltratador y la víctima. Ambos terminan necesitándose. La víctima porque sola siente que no es nadie y el miedo y la angustia la paralizan, y el maltratador porque se siente que es alguien a través de la dominación que ejerce. La situación de dependencia es tal que la víctima termina protegiendo y disculpando al maltratador. Recorre hasta ahí un proceso destructivo en el que va perdiendo la confianza en sí misma y la capacidad de respuesta, se va anulando y va interiorizando que de allí no se sale y abandona toda esperanza.
En condiciones de igualdad con los hombres las mujeres gozan de todos los derechos y libertades, así como al respeto de su autonomía, de acuerdo a la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, y la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
Sin embargo, aún pesa el hecho de que el paradigma de los derechos humanos se construyó a partir del supuesto de que los derechos civiles y políticos individuales encuentran su espacio en la vida pública, lo que lleva a ignorar las violaciones que ocurren en el seno de la familia.
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