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Comparado con la sangre periférica y la médula ósea como fuentes de progenitores hematopoyéticos de donante no emparentado, la sangre de cordón umbilical desencadena una menor alorreactividad contra el receptor, lo que permite el uso de donantes con una mayor disparidad del sistema HLA. Un menor número de linfocitos T en la unidades de cordón umbilical (UCU), pero con un mayor porcentaje de linfocitos T naive, explica en parte la menor incidencia de enfermedad injerto contra huésped (EICH) en el trasplante de sangre de cordón umbilical (TSCU) en comparación con otras fuentes. Sin embargo, este porcentaje relativamente bajo no impide que esta complicación contribuya directa e indirectamente a la morbilidad y mortalidad en una proporción significativa de pacientes.
Conocer en detalle la incidencia, formas y grados de presentación y los factores predictivos de desarrollo de la EICH, así como la respuesta a los tratamientos, podrían ayudarnos a implementar nuevas estrategias de prevención y tratamiento más eficaces.
Este trabajo analiza la EICH aguda y crónica en 300 pacientes adultos consecutivos con hemopatías malignas sometidos a TSCU con acondicionamiento mieloablativo. Se trata de un estudio retrospectivo que recoge la experiencia del Hospital La Fe de Valencia a lo largo de casi 19 años. Con una mediana de seguimiento superior a los 5 años, este estudio muestra datos de supervivencia global (SG) comparable a otras series no seleccionadas con diferentes fuentes de progenitores hematopoyéticos. El autotrasplante impactó de forma significativa en la SG. La incidencia de EICH aguda global fue del 62% y II-IV del 39%, e influye en gran medida en la morbimortalidad del procedimiento, sobre todo infecciosa (73% de las causas de muerte). La incompatibilidad de sexo entre donante (mujer) y receptor (varón) se distinguió como factor de riesgo para el desarrollo de formas graves de EICH aguda. El porcentaje de respuestas al tratamiento de primera línea (corticoides 2 mg/kg o 20 mg/kg) de la EICH aguda fue del 69%, sin detectarse diferencias entre la dosis de corticoides en cuanto al porcentaje de respuestas o SG. La LDH parece útil a la hora de predecir la respuesta y el pronóstico tras el tratamiento de la EICH.
Aquellos pacientes con EICH aguda y corticoides sistémicos tuvieron una peor recuperación de linfocitos B y T helper 3 y 6 meses después del trasplante, lo que puede ayudar a explicar el mayor porcentaje de muertes por causa infecciosa en estos pacientes. La incidencia global de EICH crónica fue del 60%, con un 41% de formas extensas. El hecho de haber desarrollado la EICH aguda con anterioridad parece influir en la probabilidad de desarrollar la EICH crónica, sobre todo en su forma extensa.
Como conclusión, este trabajo podrá mejorar la selección de los pacientes y de las UCU, optimizar los esquemas de profilaxis de la EICH, e impulsar la investigación sobre factores de riesgo, clasificación y factores predictivos de respuesta al tratamiento de la EICH.
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