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El sector del transporte no ha sido ajeno nunca a la demanda de aplicación de los conocimientos y tecnologías psicológicas. La mayor parte de los países avanzados, a través de Instancias Oficiales y Organismos Públicos y Privados, comenzó, con finalidades preventivas, a regular el acceso al puesto de trabajo de los conductores de vehículos de servicio público o de transporte colectivo a través de requisitos y pruebas de carácter selectivo. Ante esa demanda, la nueva Psicología respondió con la Psicotecnia. Los psicólogos ofrecían, para afrontar cuestiones referentes al factor humano en todas las modalidades de trabajo, procedimientos que permitían determinar (y en su caso medir) las aptitudes naturales, ya fueran físicas, manuales, técnicas o intelectuales, y seleccionar al más apto (o menos propenso a cometer errores) para una determinada tarea. España, siguiendo los modelos alemán y francés, se incorporó al proceso de adecuar, o elaborar ex novo, pruebas para emitir esos dictámenes, algo que se hizo desde el anclaje científico-investigador y tecnológico en que se hallaban instalados aquellos primeros psicotécnicos, y dentro de los cauces abiertos por la Administración o las Empresas. Aquella exigencia ayudó a definir un campo de actuación profesional, la Psicotecnia del transporte. Hasta hoy ha existido una regulación legal que ha permitido definir un perfil profesional socialmente bien aceptado. La historia de ese proceso tuvo suertes, y modelos de prevención/intervención, diferentes en cada país; aquí se aborda el caso singular de España.
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