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Los “puntos de encuentro” de los homosexuales varones en La Habana de finales del siglo XX, en tanto grupo, eran primordialmente nocturnos: una esquina, un espacio del malecón, un parque, todos se convertían en espacios gay durante la noche. Algunos eran comunes entre grupos de homosexuales y no homosexuales donde ser identificado dentro de los primeros o los segundos, dependía más de los vínculos establecidos por el individuo con uno u otro grupo que por participar en el propio espacio; en otros, el propio espacio era quien le otorga al individuo características y cualidades específicas a partir de los prejuicios ya construidos socialmente (también desde lo grupal) con relación a las personas que allí compartían. Ciertos espacios se configuraban bajo la noción de estar; otros bajo las de pasar y buscar, o buscar y hacer. En algunos, los homosexuales no manifestaban su condición de manera abierta; en otros se amplificaban en su total expresión. Pero todos sirvieron como guía sobre la cual se podía organizar parte de la vida cotidiana de un joven varón homosexual en La Habana. Espacios y palabras configuraron la “vida gay” en la ciudad; no legitimados aún por la sociedad – aunque no totalmente desconocidos ni muchos menos indiferentes a los mecanismos de control social – pero que existían para él y para sus iguales, pues él (ellos) los crearon en sus prácticas cotidianas y fueron configurando y dibujando parte de la geometría social que vino forzando el cambio del sistema del cual formaban parte.
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