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Existen pocos estudios longitudinales sobre la evolución serológica tras la primoinfección por el VEB en la infancia. La interpretación de la respuesta serológica en los niños no es fácil, ya que la infección suele cursar de manera oligosintomática en los mas pequeños, la sensibilidad de los anticuerpos heterófilos es baja y la serología puede dar falsos negativos y positivos por reacciones cruzadas con otros virus. La ausencia de respuesta serológica en algunas personas, nos pone en la situación de tener que interpretar perfiles serológicos atípicos de los que se desconoce su repercusión.
El objetivo de este estudio fue describir las características clínicas, epidemiológicas y la evolución serológica tras la primoinfección por el VEB, así como la probabilidad de no realizar seroconversión y su repercusión clínica.
Se diseñó un estudio observacional y prospectivo de una serie de casos de niños y niñas de 1 a 15 años con IgM frente a la cápside viral (VCA) del VEB positiva o indeterminada, solicitada por sospecha de primoinfección desde cualquier ámbito de nuestro Departamento de salud. Se realizó el seguimiento clínico y serológico con la determinación de IgM VCA, IgG VCA, IgG anti-nucleares (EBNA), IgG frente antígeno precoz (AP) y ADN-VEB, a los 6, 12, 18 y 24 meses tras la primoinfección, y se analizaron las subpoblaciones linfocitarias a los 18 y 24 meses. Los criterios de seroconversión fueron IgM VCA negativa y/o IgG EBNA positivos.
Se analizó la influencia de las variables sexo, edad, tipo de clínica, en el tiempo hasta la seroconversión mediante un modelo de supervivencia (regresión de Poisson).
Se incluyeron 103 niños. Nueve fueron falsos positivos para VEB. De los 94 pacientes, 46% fueron varones, con una mediana de la edad de 7 años. Un 68% presentaron clínica típica o síndrome mononucleósico y un 32% clínica no típica u oligosintomática. Hubo 20 pérdidas en el seguimiento. Las niñas tardaron más tiempo en negativizar la IgM VCA y crear IgG EBNA. A mayor edad hubo una tendencia a retrasar la seroconversión y la desaparición de la IgM VCA. La IgM VCA y los IgG EBNA resultaron independientes como marcadores de seroconversión. La probabilidad de tener IgG EBNA todavía negativos a los 6 meses fue más alta de lo esperado, de un 49%, a los 12 meses de un 27% y a los 18 y 24 meses de un 12%. En 3 casos persistieron los EBNA negativos tras 2 años de la primoinfección, 2 de ellos con alguna alteración en las subpoblaciones linfocitarias, aunque no se encontró asociación entre ausencia de seroconversión y disfunción inmune. Ninguno presentó clínica de infección crónica por VEB durante el seguimiento.
La seroconversión puede ser tardía en nuestros niños, pero no hemos encontrado relación con ninguna complicación ni repercusión clínica. La aparición de los anticuerpos EBNA es mejor marcador de seroconversión que la desaparición de la IgM VCA. En los niños que no los desarrollen hay que vigilar síntomas de cronicidad y si aparecen solicitar serología completa y cuantificación de ADN viral en plasma.
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