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El estrés laboral es especialmente relevante en el área de la
organizaciones y se convierte en una variable explicativa central a la hora de
entender ciertos fenómenos como la insatisfacción laboral, los altos niveles de
absentismo y la propensión al abandono (Sonnentag y Frese, 2003).
La literatura sobre estrés establece que existe una relación positiva
entre los estresores laborales (fuentes de estrés o tensión) y el distrés
(síntomas psicológicos y/o físicos del individuo que experimenta estrés) (p. ej.
Osca, González-Camino, Bardera y Peiró, 2003; Torres-Ivarez, San Sebastián,
Ibarretxe y Zumabale, 2002) que lleva a la aparición de resultados
organizacionales negativos (Boada, de Diego, Agulló y Mañas, 2005; Cooper,
y Payne, 1988; Cooper, Kirkcaldy, y Brown, 1994; Meliá y Sesé, 2000;
Moyle, y Parkes, 1999; Parkes, 1990; Parker, y Sprigg, 1999). La baja
productividad, el absentismo o las bajas por invalidez, son problemas
asociados al estrés laboral que deben afrontar las organizaciones (Sonnentag y
Frese, 2003).
De hecho, las consecuencias del estrés en los países occidentales se
pueden medir en costes económicos. Se estima que se pierden anualmente 360
millones de días de trabajo en el Reino Unido debido al absentismo por
enfermedad. En Estados Unidos, de los 550 millones de días de trabajo
perdidos en ausencias por enfermedad, se calcula que el 54% se relacionan
con el estrés de alguna manera (Fielden y Cooper, 2002). En España, distintos
estudios empíricos han mostrado que el estrés laboral, junto con los riesgos
laborales y la cultura organizacional, inciden significativamente en el
absentismo laboral (Boada et al., 2005). De hecho, se estima que, en España,
el estrés laboral afecta a un 27% de los ocupados, y es la causa del 22% de las
bajas por enfermedad (MTAS, 2005).
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