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Este número especial sigue, de algún modo, el modelo aplicado recientemente por Yann Potin y Jean-François Sirinelli. En su caso, se trata de hacer una «nueva» historia de historiadores que, en lugar de un recorrido lineal, propone abordar la evolución de la disciplina partiendo de las «generaciones históricas» que la han moldeado. Es decir, se evitan términos como «corrientes» y «escuelas históricas», en tanto estos fuerzan la coherencia dentro de los grupos respectivos, primando en cambio las cohortes temporales, que pueden ser más clarificadoras que las afinidades o las filiaciones reivindicadas. Por supuesto, el término «generación» es tan problemático como «corriente» o «escuela», pero al menos plantea la pregunta de modo diferente: qué es un historiador y qué hace en un momento determinado? Por ejemplo, a principios del siglo XXI. Pero no convenimos tanto en la cohesión cronológica, pues ellos optan por agrupar según las semejanzas biográficas, empleando en sentido más o menos estricto el término «generación». En efecto, aun reconociendo que las afinidades por edad juegan un papel discriminatorio, ellos defienden, acertadamente, que son un cemento de posible experiencia compartida. Nos interesa eso sí, la idea de que cualquier cohesión se logra en última instancia mediante debates y controversias específicas.
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