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La filosofía de Wojtyla se enfrenta al problema de la persona, a su pregunta fundamental sobre ¿quién soy yo y qué me cabe esperar? Parece que esta cuestión sólo pueda enfocarse desde los tradicionales imperativos morales, sociales y religiosos a los que ajustarse como receta para encontrar una respuesta segura y definitiva. Sin embargo, ¿dónde queda uno en ese cumplir con las normas, aferrarse a teorías y reproducir conductas; dónde queda la interioridad y la autenticidad? La otra opción que se ofrece es el relativismo, la sensación de librarse de toda normatividad y encontrar lo valioso en la interpretación que cada uno quiera hacer de las cosas; pero carecer de orientación es el principio de conformarse con las respuestas dependientes del momento y de la situación, vaciadas de proyección y de sentido y que, al fin y al cabo, suscitan también la reproducción de las modas.
La historia del pensamiento ofrece teorías polarizadas entre “subjetividad-objetividad” que suponen una renuncia a la complejidad de la experiencia humana. Sirviéndose del análisis de las obras de Wojtyla (principalmente de Persona y acción), la presente investigación se vale de la hermenéutica crítica para, a través del concepto clave de la filosofía de Wojtyla, “experiencia integral”, navegar a través de los grandes temas de la filosofía. Su visión integral tiende puentes entre las cuestiones que han aparecido como contrarias para la historia del pensamiento: naturaleza y persona, razón y sensibilidad, bien y deseo… Con las herramientas que le aporta la Fenomenología, Wojtyla propone un realismo renovado que, colocando a la persona en el centro, quiere superar tanto el Idealismo (con su propuesta subjetivista) como la Metafísica clásica en su reducción de lo real a categorías conceptuales. El personalismo de Wojtyla abre el horizonte a una razón práctica en la que la experiencia personal es ahora el escenario de la verdad, el bien y la belleza.
Acercándose a la experiencia humana descubre la experiencia básica del “yo” como un ser presente a sí mismo y que, desde esta interioridad, se autoposee, se autodetermina y se abre a la relación con lo real y sus valores. Propone, así, una filosofía moral y social dependiente y consecuente con la interioridad de la persona siendo ahora la subjetividad el lugar de encuentro con el bien y la fuente de acciones propiamente personales. Wojtyla se posiciona, así, ante los dos grandes sistemas de la filosofía: el scheleriano y el kantiano, viéndose influenciado por ambos pero ofreciendo, a su vez, una superación de sus apriorismos partiendo de la experiencia integral del valor como lugar de comprensión y encuentro con el bien. Wojtyla asume la realidad humana (personal) como el punto de partida y de llegada de toda praxis moral, social, educativa, política… El personalismo de Wojtyla quiere dar la vuelta a todos los cánones culturales y sociales que, con su mentalidad instrumental, han querido acoplar lo real a modelos y esquemas predeterminados; desde el nuevo realismo wojtyliano, en cambio, se propone la praxis moral, social, política, educativa consecuente con la expresión y relación de los seres humanos como personas, es decir, como fines en sí y para sí mismos.
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