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Las pretensiones iniciales de este texto consistían en aproximarse al análisis de las políticas culturales, entendiendo que éstas, dentro del ámbito de la acción pública, habían quedado excesivamente al margen de los campos de interés de los investigadores de las ciencias sociales. La propia singularidad del autor en el entorno y temáticas de investigación del Departamento de Economía Aplicada de la Universitat de Valencia, provocaron que nuestras primeras preguntas consistieran en intentar adivinar por qué la política educativa, sanitaria, social, económica, ambiental, suscitan mucho más interés desde el punto de vista de la investigación que las políticas culturales. Paradójicamente, desde los albores de las civilizaciones, el poder ha tomado decisiones sobre qué bienes culturales producir, consumir y distribuir, y quizás mucho antes que sobre otros ámbitos de la vida colectiva. Es bien cierto que las políticas culturales, a nivel presupuestario, en las sociedades occidentales del bienestar, ocupan siempre posiciones más bien modestas, y podríamos pensar que esta jerarquización de las prioridades públicas se hubiera trasladado paralelamente a los intereses de los investigadores. Sin embargo, esta respuesta no nos parece del todo convincente, e intuíamos desde el principio que algo en la naturaleza de los propios bienes y servicios culturales los hacían especialmente escurridizos para las Ciencias Sociales.
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