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La presente tesis doctoral indaga en el análisis de las novelas Territorio comanche, El pintor de batallas y El francotirador paciente con el objetivo de evidenciar los mecanismos retóricos o literarios puestos en marcha por el autor, Arturo Pérez-Reverte, con el fin de transmitir el horror bélico testimoniado por él durante más de 20 años como reportero de guerra.
Dicha investigación explora la relación entre lenguaje y la experiencia así como la relación entre otras artes (pintura, cine, fotografía y grafiti) con el referente, de manera que se produce un diálogo interartístico siempre con el objetivo de desvelar el horror.
Para todo ello se ha recurrido a una metodología abierta, enmarcada en el ámbito de la literatura comparada, que, junto a una serie de herramientas teóricas provenientes de diferentes ámbitos, trata de sonsacar la estrategia de representación subyacente así como sus principales motivos y recurrencias, como también la visión ética que se haya tras ella.
Dichas herramientas teóricas implican la reflexión sobre el concepto de texto desde la base teórica establecida por Lotman; las interrelaciones entre lo bello, lo sublime y lo siniestro como parámetros interdependientes para la creación de efectos artísticos; el concepto de intertextualidad como resultado de la valoración desde la literatura comparada; la hermenéutica gadameriana con su concepción cognoscitiva del arte; la deconstrucción derridiana y su desmontaje de la relaciones jerarquizadas en los diferentes pares conceptuales opositivos que constituyen el lenguaje; los sistemas complejos y la fractalidad por su paralelismo en el ámbito de las ciencias naturales con el desmontaje de la naturalidad de las condiciones ideales de observación.
Con todo ello, se ha establecido una lectura de Territorio comanche en la que se muestra cómo dicho sintagma, que da título a la obra, deviene un mecanismo o concepto por sí mismo para explicar la relación con el horror bélico: un punto ciego por tratarse de un exceso de referente inabarcable e insoportable en su contemplación directa, pero que pese a todo puede ser, al menos, delimitado y perfilado más por el discurso literario, gracias a su metaforicidad, que por el discurso histórico pese a su carácter metonímico o precisamente a causa de ello.
El pintor de batallas supone un ahondar en esa dirección al interpretar la historia narrada y sus personajes como una suerte de reflexión sobre cómo captar ese horror. El hecho de que su protagonista, un exfotógrafo de guerra, abandone las cámaras y tome los pinceles para pintar un mural que refleje su experiencia da cuenta de ese priorizar lo metafórico frente a lo metonímico pues el primero goza de toda la libertad para connotar y sugerir, captar de manera más amplia, mientras que lo metonímico se ve limitado en su relación con el referente por su condición de desgarro de unas circunstancias específicas.
En El francotirador paciente, Pérez-Reverte deconstuye la tradicional oposición civilización/barbarie en favor de la primera para demostrar que la violencia puede darse perfectamente en el núcleo civilizado ya que ésta se encuentra ligada al mismo origen: la inteligencia humana; es más, la violencia resulta consustancial al ser humano y sólo las leyes consiguen reprimirla salvo cuando se ven desbordadas por la propia naturaleza de nuestra especie.
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