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En la primera mitad de 1980 las investigaciones sociológicas de Jesús Ibáñez, Alfonso Ortí y Ángel de Lucas, interpretaron el término ‘desencanto’ como la expresión de la frustación colectiva de las expectativas de transformación social que se abrió la muerte en la cama del Dictador. La transición postfranquista a la monarquía parlamentaria se teorizó como un ‘desencanto programado’, dirigido a garantizar la continuidad en el poder de las élites del nacional-catolicismo franquista en un nuevo régimen político ‘blanqueado’ a través de la democracia formal y representativa. Dicha transición estaba orientada, en lo económico y en lo social, por las políticas liberales del capitalismo transnacional y fue gestionada, a partir de 1982 y hasta 1996, por los gobiernos socialtecnócratas del Partido Socialista Obrero Español (Ortí, 1998).
Comentado [FG-R1]: Ací, encara que és literal, jo no posaría la página, no queda bonic. Però no importa
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Tres décadas después, el término ‘indignación’ expresó en las calles de la sociedad española el rechazo ciudadano frente a los totalitarios efectos del progresivo desahucio de sus vínculos sociales de aquella transición de 1978. Unos efectos amplificados globalmente por la ofensiva que <<La gran transformación/restauración neoliberal>> intensificó a partir de en 2007. Una indignación desencantada, en primer término, con las limitaciones de una democracia formal que había sido incapaz de enfrentar la desregulación del mercado de capitales y la corrupción y el saqueo progresivo de las élites económicas del capital financiero
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