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La muerte de Fernando VII, en 1833, supuso un significativo cisma en la política española. Su muerte dejaba como heredera al trono a una niña, María Isabel Luisa, cuyo derecho legítimo al trono fue rápidamente cuestionado por algunos sectores cortesanos próximos al pretendiente Carlos Mª Isidro, hermano del rey. Durante los primeros años de la regencia de la reina madre, María Cristina de Barbón y dos Sicilias, fueron frecuentes las depuraciones políticas en las que se vieron envueltos algunos de los pintores más significativos del reinado anterior. Tal es el caso de José Aparicio y de los hijos de Vicente López, el primer pintor de Cámara, Bernardo y Luis López Piquer que son "desterrados" de la corte por mostrarse desafectos a la reina. Junto a estos sucesos asistimos a la formulación de una nueva imagen de la monarquía. Los pintores de la Real Casa, especialmente Vicente López como primer pintor de Cámara, serán encargados de idear una tipología retratística conducente a plasmar en la conciencia colectiva de la sociedad de la época la imagen de la joven Isabel II, primero como princesa de Asturias y posteriormente como reina de España.
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