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La dominancia ocular se puede definir como la superioridad de un ojo sobre otro en algunas tareas perceptuales o motoras, o como la mayor contribución de uno de los ojos al proceso cooperativo-competitivo que se produce en la visión binocular. Tradicionalmente se clasifica en tres tipos: direccional, sensorial y motora.
En los últimos años existe un interés creciente por conocer la asociación entre la dominancia ocular y el estado refractivo, especialmente con la evolución de la miopía y la anisometropía. Sin embargo, aún hay pocos estudios y sus resultados son controvertidos.
El objetivo principal de este trabajo es el estudio de la relación entre la dominancia/prevalencia ocular y la miopía.
Para ello se compararon los resultados obtenidos en pruebas de dominancia/prevalencia ocular en una muestra de 127 adultos jóvenes sanos, sin problemas de visión binocular o acomodación, compuesta por un grupo de 65 miopes y otro grupo de 62 emétropes.
Se realizaron pruebas de dominancia direccional, utilizando el método de la tarjeta agujereada para lejos y el test del espejo para cerca; de dominancia sensorial, utilizando el método de la lente positiva tanto para lejos como para cerca y de prevalencia ocular utilizando un dispositivo específico basado en rivalidad binocular que analiza la prevalencia ocular, calculando la probabilidad de respuesta de cada ojo ante un test dicóptico, en función de la frecuencia y contraste del mismo.
Los objetivos específicos de este trabajo fueron: analizar la concordancia entre las distintas pruebas de dominancia/prevalencia ocular en el grupo de miopes y emétropes para identificar posibles diferencias y analizar si existe concordancia entre el ojo más miope y el ojo dominante o más prevalente especialmente en visión próxima, teniendo en cuenta la comprobada vinculación entre trabajo en cerca y evolución de la miopía. Además, se plantearon, como objetivos secundarios: analizar si existe relación entre el grado de anisometropía y la dominancia/prevalencia ocular, entre el grado de anisometropía y la fuerza de la prevalencia ocular y entre el astigmatismo y la dominancia/prevalencia ocular.
Nuestros resultados no muestran diferencias estadísticamente significativas entre el comportamiento en el grupo de emétropes y el de miopes en las pruebas de dominancia y prevalencia ocular que apoyen la teoría de que este factor influya en la evolución de la miopía. En ambos grupos el OD es el más dominante direccional de lejos.
No se ha encontrado concordancia entre el ojo más miope y el ojo dominante o más prevalente en las tareas de cerca ni entre el ojo menos miope y el ojo dominante o más prevalente en las tareas de lejos. Tampoco se han encontrado concordancias cuando aumenta la anisometropía y, contrariamente a lo esperado, se observa una tendencia del ojo dominante sensorial de cerca a ser el menos miope.
En cuanto a la correlación entre el grado de anisometropía y la fuerza de la prevalencia ocular, no se da cuando se presentan estímulos de alta frecuencia y contraste (HFHC), que son los que intervienen en las tareas de cerca. Pero se observa una correlación contraria al presentar estímulos de baja frecuencia y contraste (LFLC), que son los que intervienen en las tareas de lejos, lo que indica que, a mayor anisometropía, menor fuerza de la prevalencia ocular.
Por otro lado, no se ha encontrado concordancia entre el ojo con mayor astigmatismo y el ojo no dominante o menos prevalente en ninguna de las pruebas.
Nuestros resultados, por tanto, no muestran una relación clara entre dominancia o prevalencia ocular y miopía, algo que sí esperábamos encontrar, sobre todo en las pruebas en visión próxima.
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