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En este artículo, tengo la intención de defender el libertarismo contra la llamada "objeción de la suerte”, según la cual una elección causalmente indeterminada es puramente afortunada o arbitraria, y por lo tanto no es algo que un agente pueda controlar y ser moralmente responsable. Trato de responder a esta objeción sobre la base de una reflexión sobre si la deliberación es una cuestión de sopesar razones o de darles peso. Con este fin, me baso en algunas ideas de P. Greenspan y J. Raz. Trato de defender el modelo de dar peso contra las acusaciones de irracionalidad. Sostengo, en primer lugar, que dar peso a las razones es un proceso indispensable en ciertos casos, en el que las razones que tenemos en cuenta no pueden compararse en cuanto a su peso o fuerza respectivos, de modo que sopesarlas no es un recurso a nuestro alcance; tales casos pueden dar lugar a elecciones indeterminadas pero racionales. En segundo lugar, señalo que elegir por buenas razones a menudo es suficiente para una elección racional; no es necesario que esas razones sean las mejores o mejores que cualquier alternativa. Finalmente, sostengo que hay fuentes adicionales de indeterminación-más-racionalidad en la deliberación práctica. Si, como espero haber demostrado, las elecciones indeterminadas y racionales son posibles, la objeción de la suerte pierde gran parte de su fuerza.In this paper, I intend to defend libertarianism against the so-called ‘Luck-’ or ‘Mind-objection’, according to which a causally undetermined choice is purely lucky or arbitrary, and thus not something which an agent can control and be morally responsible for. I try to meet this objection on the basis of a reflection on whether deliberation is a matter of weighing reasons or of weighting them. To this end, I draw on some ideas of P. Greenspan and J. Raz. I try to defend the weighting model against charges of irrationality. I contend, first, that weighting reasons is an indispensable process in certain cases, in which the reasons we take into account cannot be compared as to their respective weight or strength, so that weighing them is not an available resource; such cases can give rise to indeterminate yet rational choices. Second, I point out that choosing for good reasons is often enough for a rational choice; it is not needed that those reasons are the best or better than any alternative. Finally, I argue that there are additional sources of indeterminacy-cum-rationality in practical deliberation. If, as I hope to have shown, indeterminate-and-rational choices are possible, the Luck objection loses much of its force.
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